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Enseñáronme el sitio donde habia hecho quemar á mas de quinientos de sus vasallos la bienaventurada reyna María, hija de Henrique octavo; y me aseguró un clérigo hiberno que fué accion de mucho mérito para con Dios: lo primero porque los quemados eran todos ingleses, y lo segundo porque nunca tomaban agua bendita, ni creían en la cueva de San Patricio; pasmándose de que aun no hubiesen canonizado á la reyna María, bien que abrigaba la esperanza de que no se tardaria en ponerla en los altares, así que tuviera un poco de lugar el cardenal nepote.

¿Qué tienes, hija mía? preguntó el doctor, que entraba a verla, y habiendo levantado con sigilo el cortinaje presenció aquel pequeño combate de la envidia contra los buenos sentimientos que abrigaba el corazón de Magdalena. Tengo, papá, que me parece Antoñita muy feliz contestó la joven. Ella es libre en absoluto en tanto que yo estoy condenada a eterna esclavitud.

Viendo que no se las daban, preguntó, inclinándose a la ventanilla y con voz áspera: ¿A dónde? Ambos se miraron indecisos. A Miguel se le ocurrió por fin decir: Atocha, 145. Era la mayor distancia que halló. Abrigaba el designio de ir a otra parte, pero era necesario convencer a la generala.

Estaba reclinado más que sentado en una butaca construida adrede para facilitarle el movimiento del tronco y los brazos, y arrimada a la mesa de lado a fin de que le fuese posible jugar y tener las piernas extendidas. Aunque en la chimenea ardían algunos troncos de leña, se abrigaba con una talma de color gris cerrada al cuello con broche de oro.

Valiéndome de ciertas preguntas prudentes, traté de conseguir mayores informes sobre la esperanza que abrigaba de llegar a tener fortuna, pero no quiso decirme nada, absolutamente nada.

Un día, con gran reserva, se atrevió a poner de manifiesto sus intenciones a monseñor, el cual frunció el ceño al oírle y le anunció con tono firme y decidido que abrigaba otras miras respecto a él. El abate de V * había sido nombrado obispo, y esperaba algo más; confiaba en alcanzar muy en breve el capelo de cardenal.

Todo Oriental que abrigaba De la libertad el fuego, Bajo el pendon de la gloria Iba á desnudar su acero, Lleno de noble energía, Y de patriotismo lleno. Campon tranquilo vivía Bajo del paterno techo: Ciñóse al punto su espada, Montó un veloz parejero, Y voló do le llamaban De la corneta los ecos.

Los vidrios de las ventanas le dirigían miradas amistosas; las lustrosas tejas del techo brillaban; se sentía, como siempre, que ese techo abrigaba el reposo de una vejez rodeada de amplias comodidades.

Entonces, si la Condesa abrigaba esa simpatía, y en el caso de que el Príncipe, como usted, la hubiera notado, ¿no cree usted que cuando comenzó a tratarla mejor fue por miedo de perderla, celoso de Vérod? La mujer abrió los brazos y meneó la cabeza. No podría decirlo, señor. De la rusa, de esa estudiante, ¿qué piensa usted?... ¿Qué venía a hacer aquí?

Cada frase de elogio que llegaba a sus oídos, cada nota de sobresaliente que veía escrita debajo del nombre de su hijo, producía a la pobre madre espasmos de alegría. Ya no abrigaba duda alguna de que heredaba el talento de su padre. Alguna vez sentía remordimientos pensando que distribuía con poca equidad el cariño entre sus dos hijos.