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Llegado el aniversario centésimo cuarto del comienzo de la magna empresa de Colón, se arbolaron en la altura del Convento de la Rábida las banderas de todas las naciones americanas, saludándolas las lombardas de La Santa María y una batería de campaña en la misma altura dispuesta.

Tenía su puesto fijo en el banco de la Junta de Fábrica, y allí iban a buscarlo los que, necesitando con urgencia su auxilio, no reparaban en que estaba oyendo la décima misa y rezando el centésimo rosario. Don Manuel murmuraba el pedigüeño con voz misteriosa y arrodillándose cerca del Banco , necesito al momento seis mil reales.

¡Qué naturalidad! le decir un día a una señora en presencia de aquellas figuras . ¡Parece que están hablando! Y, en efecto, parece que están hablando. El artista ha dispuesto su grupo como si fuera a hacer una instantánea al centésimo de segundo. Aquí las personas mayores. Los niños delante y en pie. Esta cabeza un poco más a la derecha... ¡Clik!...

A largo plazo, el objetivo es llegar a los 60 idiomas europeos y de poner a disposición libros en varias categorías nacionales y/o lingüísticas. Distributed Proofreaders Europe apoya el Unicode a fin de favorecer libros digitales en una gran diversidad de idiomas. DP Europe terminó de procesar su centésimo libro en mayo de 2005, y su 400° libro en diciembre de 2006.

No importa dijo Lope no haberle visto fregar el primer plato, si le has visto fregar el segundo, y aun el centésimo. Yo te digo, hermano replicó Tomás , que ella no friega, ni entiende en otra cosa que en su labor, y en ser guarda de la plata labrada que hay en casa, que es mucha. Pues ¿cómo la llaman por toda la ciudad dijo Lope la fregona ilustre, si es que no friega?

Sólo Dios podía ser su banquero, pagándole con estrellas como si fuesen monedas; ¿y quién sabe si el mismo Dios sería capaz de resistir el centésimo golpe de cinco francos, siempre doblando, y no tendría que declararse en quiebra?... Se sumió por algún tiempo en la contemplación interna de su grandeza.

El agradable Abu-el-Casín, al escuchar tal reseña, dijo para : "Ya tengo el centésimo vigésimo quinto aljamel que me faltaba para el completo de mi cuenta"; y cogiendo al elocuente El-Wadar por la manga de su aljuba le interrumpió en su agradable ejercicio, sintiendo tal contratiempo aquel orador, no tanto por el puesto que iba a ocupar entre los aljameles de Ben-Farding cuanto por el negro disgustillo y rabieta de no oirse así propio en el vigésimo discurso que había ya principiado a pronunciar a su auditorio, y que hubiera sido más torneado y salido con más arrebol y afeites de palabrillas y colorines que las diez y nueve pláticas restantes y trompeteadas por sus labios aquel día.