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Tiendecillas angostas, donde se vendían zarazas catalanas y pañuelos; abacerías de sucio escaparate, tras de cuyos vidrios un galán y una dama de pastaflora se miraban tristemente viéndose tan mosqueados y tan añejos, y las cajas tremendas de fósforos se mezclaban con garbanzos, fideos amarillos, aleluyas y naipes; figones que brindaban al apetito sardinas fritas y callos; almacenes en que se feriaban cucharas de palo, cestería, cribas y zuecos: tal era la industria de la cuesta de San Hilario.

Se hablaba aún de talegas, y la operación de contar cualquier cantidad era obra para que la desempeñara Pitágoras u otro gran aritmético, pues con los doblones y ochentines, las pesetas catalanas, los duros españoles, los de veintiuno y cuartillo, las onzas, las pesetas columnarias y las monedas macuquinas, se armaba un belén espantoso.

Hay allí algo que guarda las tradiciones de la abnegacion y del heroismo resignado del creyente. Para tener una idea de las costumbres catalanas, basta echarse á pasear, con el ojo alerta y el humor alegre, por la calle mercantil de Fernando sétimo, ó la ancha alameda de la Rambla, orillada por hoteles y cafés.

De la lengua y de la literatura catalanas no se puede decir tanto ni con mucho; pero al cabo, bastante puede alegarse en pró de su resurrección ó renacimiento presente. Pero vamos... hablando con franqueza, aunque se enojen un poquito el Sr.

Una inmensa multitud circula por allí, sea matando el tiempo, sea buscando los negocios ó algo que si es negocio no está esento de ser pecaminoso. Las Francesas pululan, ligeras y provocadoras, arrastrando las anchas colas de sus trajes, y distinguiéndose perfectamente de las Catalanas y Españolas.

En tanto que las armas catalanas y griegas se ocupaban en su misma ruina, los turcos libres del miedo que el ejército de entrambas les pudiera dar, si concordes y unidos prosigueran la guerra, volvieron á seguir el curso de sus victorias, y ocupar las Provincias de la Asia, no teniendo ejército que se les opusiese á la corriente de su próspera fortuna.

Se encuentra tambien á la parte nordeste, despues de haber cruzado un pantano de una legua de ancho, un terreno seco, muy notable por la gran cantidad de pepitas de hierro hidratado que cubren el suelo, y de las que se podria sacar un pingüe provecho para el establecimiento de herrerías catalanas ó de altas fraguas, hallándose poblados de bosque todos sus contornos.

Los Genoveses hicieron una cosa bien hecha; porque luego que tomaron las galeras Catalanas se vinieron á Pera, sin querer entregar ningun prisionero á los Griegos, ni vender cosa de la presa, aunque el Emperador les acarició y honró.

Viendo la batalla perdida, y que las armas Catalanas lo ocupaban todo; un Masageta mozo valiente y bravo, quiso acudir al remedio de la huida, mas por librar á su mujer hermosa y de pocos años, que por temor de perder la vida, con la priesa que el peligro pedia, sacó su mujer de los reparos y tiendas, donde todo andaba ya revuelto con la sangre y con la muerte y puesta sobre un caballo, el primero que el caso le ofreció, y él en otro; tomaron el camino del monte.

Pachimerio dice, que los Genoveses aquella noche que llegaron á juntarse con las galeras Catalanas despacharon secretamente una de sus galeras á Pera, dándole aviso que estaban con los Catalanes, los cuales le decian que Andronico estaba indignado contra ellos, y que les queria castigar, y que les persuadian que juntos acometiesen á Constantinopla.