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El Mozo chalan adelanta hacia los segundones blandiendo la luenga pica con que acucia y guía su vacada por llanos y veredas. Los otros chalanes, en bandería, se ponen a su lado, y la tropa de villanos cerca a los segundones. ¡Para , tres! ¡Allá va uno con quien será bastante! ¡No cejes, Gonzalo! ¡Miren estos dientes!.... ¡Rapaz, que me matan!... ¡Acude aquí!.... ¡Para , tres!

Esto se explica porque en España se conceden las cátedras por amistad, parentesco o bandería, antes que por mérito; de donde se aprende más y mejor de los opositores que de los mismos catedráticos. No le fatigaré a usted con la relación meticulosa de lo que he aprendido y me figuro saber. Porque, al cabo, el saber poco o mucho, ¿de qué sirve?

La hermosa capa, agarrada por varias manos, fue extendida en el borde de la valla como si fuese un pendón, símbolo sagrado de bandería. Los partidarios más entusiastas, puestos de pie y agitando manos y bastones, saludaban al matador, manifestando sus esperanzas. ¡A ver cómo se portaba el niño de Sevilla!...

Pero, en el día, ni las boticas ni las tabernas han acabado, y todo lugar, por pequeño que sea, pulula, hierve en casinos. Cada bandería, cada matiz político tiene el suyo. Hay casino conservador, casino radical, casino carlista, casino socialista y casino republicano. Las infelices mujeres se quedan solas. ¡No cómo hay mujer que sea liberal!

Fueron entrando en el comedor amigos entusiastas que antes de ir a almorzar a sus casas deseaban ver al diestro. Eran viejos aficionados, ansiosos de figurar en una bandería y tener un ídolo, que habían hecho del joven Gallardo «su matador» y le daban sabios consejos, recordando a cada paso su antigua adoración por Lagartijo o por Frascuelo.

El Facundo remueve en cada página la arcaica bandería de «unitarios» y «federales»; pero debo advertir al lector novel que no usa tales expresiones en su valor doctrinario, sino en su significado ocasional y argentino. «Federal», para un proscripto unitario de 1845, era sinónimo de gaucho localista y brutal; en tanto que «unitario», para un caudillo federal de nuestras provincias, era sinónimo de «loco» y «traidor». Unitario quería decir, además, porteño que había sido monarquista y visitado Europa, o vestía levita, gastaba lentes y era «doctor». No es ésta, como se ve, la doctrina de equilibrio político de las diversas regiones argentinas dentro de la nacionalidad, o sea el ideal que despuntó incipiente con Juan Ignacio de Gorriti en la Junta Grande de 1811, para triunfar con Alberdi y Mitre en la Constitución actual.