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¡Turba el nocturno sosiego súbita alarma, y entonces a gran campana de bronce toca a fuego! ¡Qué terrífica pavura la siniestra nota augura! Es desesperado ruego desgarrador y tenaz al rojo elemento ciego cada instante más frenético, cada instante más voraz!

¡Maldita, ! ronca, dijo: ¡Maldita, la que maldijo! ¡Un amor que muerte augura colmando mi desventura, mi vida, mi amor, mi hijo, arrebate á mi ternura! ¡Qué dices, madre! De aquí partamos sin más tardar. ¡No temas, espera en ! ¡Tanta gloria he de alcanzar, que mi Leila me ha de dar Ben Jucef-el-Meriní! ¿Por qué, , te desesperas?

¡Bah! no sabes lo que podemos hacer dentro de algunos años, contestó Isagani; no sabes la energía y el entusiasmo que en el pais se despiertan despues de un letargo de siglos... España nos atiende; nuestros jóvenes en Madrid trabajan noche y día y dedican á la patria toda su inteligencia, todos sus instantes, todos sus esfuerzos; voces generosas se unen allá á las nuestras, políticos que comprenden que no hay mejor lazo que la comunidad de intereses y sentimientos; ¡se nos hace justicia y todo augura para todos un brillante porvenir!... Verdad es que acabamos de sufrir un pequeño desastre, nosotros los estudiantes, pero la victoria va triunfando en toda la línea... ¡está en todas las conciencias!

Ahora, se han triplicado las fuerzas materiales con que cuenta la dominación española; la marina relativamente se ha mejorado; hay más organización tanto en lo civil como en lo militar; las comunicaciones con la Metrópoli son más rápidas y más seguras; ésta no tiene ya enemigos en el exterior; su posesión está asegurada, y el país dominado, tiene al parecer menos espíritu, menos aspiraciones á la independencia, nombre que para él casi es incomprensible; todo augura, pues, á primera vista otros tres siglos, cuando menos, de pacífica dominación y tranquilo señorío.

Y el pastor llamó á su rebaño, le hizo emprender la marcha por el camino, y antes de alejarse se echó la manta atrás, alzando sus descarnados brazos, y con cierta entonación de hechicero que augura el porvenir ó de profeta que husmea la ruina, le gritó á Batiste: Creume, fill meu: ¡te portarán desgrasia!... Créeme, hijo mío: ¡te traerán desgracia!...