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Los franceses, ingleses y alemanes, con razón o sin ella, se han repartido los más brillantes papeles, y atribuyéndose casi toda la fecundidad filosófica, nuestra pobre nación ha resultado estéril o casi estéril, durante los cuatro últimos siglos, por culpa acaso de la Inquisición, de nuestra feroz intolerancia o de nuestra ineptitud para cosas tan sublimes.

La facilidad con que Europa entera acogió los relatos de un obscuro piloto italiano, Américo Vespucio, el cual, atribuyéndose glorias ajenas, bautizó con su nombre el nuevo continente, demuestra cuán olvidado estaba Colón, no en España, sino fuera de ella. Este bautizo de América es injusto, pero no carece de lógica Colón sólo había descubierto el Asia, y en esta fe murió.

Aquella actitud tranquila, aquella mirada persistente, fija sobre su acusadora, siguió atribuyéndose a cinismo. Era difícil que sucediese de otro modo. Obdulia había mostrado, bajo el latigazo de la ira, un talento diabólico. Su palabra y sus ademanes, un poco exagerados, vibraban de indignación.

En sueños, el avaro es generoso, y tal vez quien despierto no se desprende de un maravedí, para socorrer a un pordiosero, es capaz soñando de prodigar todas las riquezas de los Cresos y de los Fúcares. El cobarde puede soñar que es valiente. Hasta por lo mismo que despierto le humilla y le atormenta su incurable cobardía, en sueños se consuela creando y atribuyéndose el denuedo de que carece.

Y más raro es aún, dada la perfecta armonía de su estilo y la unidad de pensamiento que en el conjunto se nota, que haya podido creerse que el primer acto fue escrito por un autor, atribuyéndose, ya a Juan de Mena, ya a Rodrigo de Gota, y que son obra de otro autor los veinte actos restantes, en nada inferiores al primero.

El padre le abrazó convulsivamente, gimiendo como un niño, sintiendo que sus pies se negaban á sostenerle. Siempre había esperado que acabarían por entenderse. Tenía su sangre: era bueno, sin otro defecto que cierta testarudez. Le excusaba ahora por todo lo pasado, atribuyéndose á mismo gran parte de culpa. Había sido demasiado duro.

Seré su mujer, Cristián, cuando pueda usted casarse conmigo con la aprobación de todo el mundo. Esté usted tranquila, María, y usted también, señora; ese momento no se hará esperar. Todos eran felices y Marenval saltaba de gozo, atribuyéndose toda aquella alegría. El tiempo pasaba rápido y ya declinaba la tarde cuando la madre y la hija se decidieron á dejar á Jacobo.