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Otra vez, en África, me encontré a un cazador que llevaba sobre su camello un magnífico león muerto. No diga usted más le atajé, sonriendo . Era el gran Tartarín de Tarascón. Fuimos muy amigos. Juntos cazamos jirafas, caimanes... Y figúrese que cierta noche... En medio del desierto de Sahara... interrumpí . Naturalmente, amigo Sindulfo. Usted es un grande hombre.

Su concupiscencia no encuentra respeto que le ataje, ni su soberbia dificultad, en vencer la cual no se empeñe, dijo Margarita; cuatro meses hacía que a Sevilla había llegado y conocídome, cuando todavía nos encontrábamos con las apariencias de una riqueza mentida, y requerídome había de amores, y como yo le resistiese, habíame dicho: «O mía habéis de ser, señora, o hemos de ver los dos para qué hemos nacido

Haga lo que yo, que me estoy donde estaba, y no dejaré mi trabajo hasta que no vea claro eso de la herencia, y me entere de lo que da de el cortijo. Quítele a su hija de la cabeza lo del hotel si no quieren verse por puertas, y tome una criada que les guise, y ataje el chorro de dinero que se va todos los días a la tienda de Botín».

595 Ansí jué, no aguardó más y me atropelló el salvaje; es preciso que se ataje quien con el indio pelee; el miedo de verse a pie aumentaba su coraje. 596 En la dentrada no más me largó un par de bolazos; uno me tocó en un brazo; si me da bien, me lo quiebra, pues las bolas son de piedra y vienen como balazo.

Sumando las horas transcurridas desde el comienzo de la empresa de Pepazos hasta entonces; midiendo el andar que llevaría monte arriba, y deduciendo de ello los ziszás que haría, probablemente, en sus varias intentonas de «ataje» por las laderas, salía la cuenta justa: si Pepazos no estaba en el invernal de «Peñarroja», estaba en la «Cuevona» del «Pedregalón de Escajeras», o se le había zampado el lobo, lo cual no era verosímil habiendo cerca del mozallón bestias de tan sabrosa carne como las que él iba persiguiendo.

Clotilde se mostró al principio, por un esfuerzo poderoso de la voluntad, más serena que antes; pero ya la gente se encontraba dispuesta a la broma y no valió ningún recurso para ponerla seria. El público, cuando presiente el jaleo, es lo mismo que una fiera cuando huele la sangre: no hay quien lo ataje, y es necesario darle carne a toda costa.

Lo que yo quería conocer no eran las ideas de don Guillén, sino su vida y sentimientos. Le atajé, con cauta ironía: Tiene usted razón. No presumía que en los seminarios enseñaban a discurrir de esa manera sintética y plástica, por paradojas. [Nota: DISQUISICIÓN DE DON GUILL

339 Al punto salió de adentro un gringo con un jusil; pero nunca he sido vil, poco el peligro me espanta; yo me refalé la manta y la eché sobre el candil. 340 Gané en seguida la puerta gritando: ¡nadies me ataje! Y alborotado el hembraje, lo que todo quedo escuro, empezó a verse en apuro mesturao con el gauchaje.