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A veinte dos del mismo publicaron Otra sesion de cosas provechosas, Tambien de todas ellas apelaron, Diciendo ser sus penas rigurosas. Mil dares y tomares se pasaron En este tiempo, y cosas trabajosas, Que el pueblo deseaba se acabase El Concilio, y mas tiempo no durase.

Los otros dos grumetes que quedaron, Por ser con el mulato en la huida, Y haber ya confesado la intentaron, Estando ya su causa fenecida, A muerte les condenan; y apelaron, Llam

El citado año un caballero veinticuatro, don Andrés de Herrera, hizo una proposición á fin de que las danzas se suprimiesen, no haciéndose por lo pronto caso alguno de su escrito por el Ayuntamiento; pero el hombre se conoce que no se dió por vencido, y ocultamente trabajó en favor de su idea, convenciendo al Asistente y á otras personas hasta el punto de que ocurrieran los siguientes sucesos: En la mañana del día del Corpus citado, que fué el 25 de Mayo, súpose con gran sorpresa que el Arzobispo y el Asistente prohibían de golpe que las danzas ni entrasen en la Catedral, ni fueran en la procesión, y si acaso aparte de ella, cosa que, sabida por los comisionados de la ciudad para organizar la fiesta, procuraron enterarse bien del hecho, y, conociendo su certeza, no pudieron conseguir que el Asistente desistiese del acuerdo que, sin parecer de la corporación, había tomado, por lo cual, consultados los abogados allí mismo, apelaron á la Audiencia, que se reunió acordándose avisar inmediatamente á la Catedral para que la procesión no saliese hasta nueva orden.

Mas como al natural lento y espacioso de los indios cualquiera movimiento acelerado era violencia, y en su tarda y escasa inteligencia era novedad tan extraña é inteligible la que se les proponía por concebirla muy contraria á la pacífica posesión de sus casas, sementeras y bienes que tienen muy pegado su corazón, á pocos días de lo que habían prometido á los PP., empezaron á llamarse engaño y excusarse, ya con el poco tiempo que se les concedía, ya con los muchos trabajos que se les prevenían en los caminos en el transporte de sus ganados, bienes y familias, y el más arduo de volver á fabricar nuevas iglesias y casas, y declarándose resistentes, apelaron: unos, á que sería menos malo quedarse bajo el dominio de los portugueses; pero otros, que eran los más, decían claramente no podían creer que el Rey nuestro señor, que por tantas cédulas les había prometido ampararlos en sus tierras y defenderlos de sus enemigos, podía faltar á lo prometido y pasar á quitarles lo que con derecho natural habían adquirido y poseído por más de 130 años, pues para tan riguroso castigo no hallaban haber cometido ninguna culpa contra el Rey, antes, , estaban muy satisfechos de los repetidos servicios con que habían procurado acreditar su obediencia, exponiendo su sangre y sus vidas por defender los dominios de su soberano.

Satisfechos de esta especulacion comercial, y exhortados á continuarla, no tardaron mucho en volver en mayor número á Santa-Cruz; así es que estrechando mas de dia en dia sus relaciones con los moradores de esta provincia, no solamente dieron al olvido sus antiguos recelos, sinó que llegó á tanto su confianza, que en 1667 , hallándose en disension con los salvages Canacurees, sus vecinos, apelaron al auxilio de los Cruceños; los que aspirando siempre á tener á los Moxos bajo su predominio, no desecharon ocasion tan oportuna para mezclarse en sus asuntos, y por este medio conseguir tales fines.