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Pero venía de improviso a cortar estas consideraciones, la idea de nacionalidad, aquel sistema de islas que yo había forjado, y entonces decía: «Pero ya: esto de que las islas han de querer quitarse unas a otras algún pedazo de tierra, lo echa todo a perder, y sin duda en todas ellas debe de haber hombres muy malos, que son los que arman las guerras para su provecho particular, bien porque son ambiciosos y quieren mandar, bien porque son avaros y anhelan ser ricos.

Vd. reconoce y aplaude en la energía verdaderamente varonil, que debe haber en el afecto y en la mente que anhelan elevarse a Dios.

Los padres de familia cuidan poco o nada de la educación de los hijos, ni de su alimento y vestuario, porque de todo ha de cuidar el común, quien a su placer los emplea donde y conforme les parece, desde que son capaces de hacer algo; tampoco anhelan por adquirir bienes que dejarles a sus hijos, ni tienen idea de lo que es herencia, ni aun de la propiedad actual de las cosas, porque la costumbre de dejarlas, y de verlas dejar de otros para ir a donde el común los destina, les hace mirarlas con indiferencia y abandonarlas sin sentimiento.

El primero, el de la fuerza imponente, que destruya y aniquile hasta su exterminio á estos indios, que no es fácil en mucho tiempo: y el segundo, el de una amistad conciliadora de la oposicion de animos, por el trato recíproco que les suavice, con el interes de algunos de nuestros artículos de comercio que anhelan demasiado.

Y no menos alabanza piden la lenidad, la dulzura y el espíritu de conciliación con que el general Martínez Campos, durante todo el tiempo que ha mandado en la isla, ha tratado á los diferentes partidos políticos que en ella hay, sin excluir á los que llenos de imperdonable ingratitud hacia la metrópoli y ciegos por ambición ó por falso y torcido amor al suelo natal, anhelan y buscan la separación de Cuba y de España.

Por los mares Atlántico y Pacífico tus fuertes galeones aún navegan, y van en ellos, bajo un sol de gloria, almas grandes que luchan y que anhelan, andantes caballeros del Ensueño, guardianes de la de Dulcinea, locos sublimes que descubren mundos y mueren por su reina la Quimera.

Durante mi corta comisión alcancé a conocer, con sólo verlos caminar, a los vagos que pasan la vida en las antesalas, buscando empleo; a los imaginativos que se creen en posesión de los puestos que anhelan porque han llevado al ministro una carta de cualquiera que se les antoja de valimiento , a los pichuleadores , a los amigos de confianza de los escribientes y auxiliares, a los de otros que vuelan más alto, a los comisionistas, a los noticieros de los diarios, a las señoras honestas que buscan pensión y a las más interesantes aun que gestionan asuntos por cuenta ajena; fueron las que estudié y observé con más detenimiento, porque eran las que abundaban y las que constantemente tenía ante los ojos.

« das la vida y la fuerza. Los otros dioses anhelan que los bendigas. La inmortalidad y la muerte son tu sombra. ¿Eres el Dios a quien debemos ofrecer holocausto?». «Las montañas cubiertas de nieve y las agitadas olas del mar anuncian tu poderío. Tus brazos abarcan la extensión de los cielos. ¿Eres el Dios a quien debemos ofrecer holocausto?». « iluminas el éter.