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Buscando detenidamente en la gruta y escudriñando los depósitos calcáreos, podemos hallar las cenizas y el carbón del antiguo hogar donde se agrupaba la familia naciente; al lado están los huesos roídos, restos de festines que se celebraron hace cientos de millares de años, y en un rincón cualquiera se encuentran los esqueletos de los seres que en él tomaron parte rodeados de sus armas de piedra, hachas, mazas y venablos.

Y a los dos días el maestro y su apoderado salieron por la tarde del barrio de la Feria, como apuestos garrochistas, entre la expectación de la gente que se asomaba a las puertas y se agrupaba en las aceras. Van a Tablada decían . Hay derribo de reses.

Como todo estudioso tenía por costumbre dice uno de sus biógrafos hacer acotaciones marginales a las obras leídas, subrayando los párrafos que le interesaban y anotando en las primeras hojas del libro leído el número de las que servirán a sus ulteriores consultas. Además, valíase de cuadernos en que hacía extractos, notas, agrupaba observaciones, prontas para ser utilizadas en sus escritos.

Sentía el herido á un mismo tiempo el impulso de la curiosidad y el miedo á ver demasiado; pero al fin volvió lentamente los ojos hacia la casa de su adversario. ; mucha gente se agrupaba ante la puerta: hombres, mujeres, niños; toda la vega, que corría ansiosa á visitar á su vencido libertador.

Con frecuencia curvaba jóvenes árboles para formar toldos de verdura o bien los agrupaba en pórticos, colgando de ellos frescas guirnaldas de enredaderas con sus hojas como lanzas de hierro brillantes aún por el rocío. Quizás un día, pensaba, la conduciré bajo mis glorietas, la haré pasar bajo mis bóvedas de flores y la coronaré con mis enredaderas.

Ofrecían igual aspecto que los carromatos de los ordinarios de los pueblos, cargados de los más diversos objetos. En uno de los buques, la tripulación se agrupaba á proa en torno del hornillo donde hervía el caldero del rancho. Los barcos estaban tan hundidos á causa de la marea baja, que el doctor, desde la riba, veía el fondo de sus escotillas.

Durante tres domingos consecutivos el coronel tuvo fuerzas para levantarse y colocarse en el mismo sitio. Allí permanecía media hora inmóvil ostentando sus insignias con los ojos extáticos en el vacío, sin ver ni oír a la muchedumbre que se agrupaba delante del palacio y se lo mostraban unos a otros poseídos de grave y dolorosa emoción.

Don Martín, el cura, subía también, recatándose para que no le viera el Vara de plata. Era una pequeña comunidad que se agrupaba en torno del apóstol enfermo con el fervor que inspira lo desconocido. Gabriel contestaba a las preguntas de aquellos hombres, reveladoras muchas veces de la simplicidad de su pensamiento. Cuando le acometía la tos, le rodeaban, mostrando en sus rostros la alarma.