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Pido ahora perdón por estas últimas páginas; pero, como el fin de la jornada se acerca y pronto vamos a separarnos, cuento con que serán leídas con aquella paciencia, llena de vagas esperanzas, con que se oye el último párrafo de un fastidioso que tiene el sombrero en una mano y la otra en el picaporte.

Había vivido en el lejano Madrid escenario de casi todas las novelas leídas por Ulises , y cierta vez hasta había pasado la frontera, lanzándose audazmente por un país remoto titulado el Mediodía de Francia, para visitar á otro poeta que él llamaba «mi amigo Mistral». Su imaginación, pronta é ilógica en sus decisiones, envolvía al padrino en un halo de interés heroico semejante al de los conquistadores.

Leídas todas las sentencias se hizo la abjuración y reconciliación a su tiempo, y concluida la Misa, como se acostumbraba se restituyó el Tribunal con la misma comitiva que antes, a su casa, bien que por otras calles y con menos dificultad que a la ida por haber despejado ya en gran parte el número excesivo de gente que había acudido a la función. Allí en la pieza del Tribunal el Muy Ilustre Sr.

Nuestras costumbres de independencia femenil eran perfectamente aceptables hace cincuenta años; pero, créame, la vida europea que conquista terreno diariamente entre nosotros, los espectáculos teatrales que enseñan más de lo que se cree, las novelas francesas, leídas hoy con avidez, las gacetas de los tribunales, las revistas de policía con sus ilustraciones iconográficas, han abierto nuevos rumbos en el espíritu de las mujeres americanas.

En aquella temporada no gozó gran cosa, porque estas novelas, aunque excitaron en alto grado su curiosidad, teniéndola suspensa y sujeta a la lectura gran parte del día y de la noche, no dejaban en su espíritu ningún recuerdo dulce ni poético con que recrearse, y las olvidaba al día siguiente de leídas.

Un resplandor de oro, de piedras preciosas, de objetos de gran brillo, que aun parecían más esplendorosos en este ambiente de miseria, hirió los ojos del asombrado Maltrana. El tesoro era cierto. ¡Vive Dios! La realidad tenía sorpresas de cuento fantástico. El joven pensó por un instante en las novelas de portentosas aventuras leídas en su juventud. La vieja se gozaba en el asombro del nieto.

Erckmann-Chatrian es un nombre doble, formado con los apellidos de Emilio Erckmann y Alejandro Chatrian. Ambos eran alsacianos. En 1847 conociéronse, trabaron amistad y comenzaron una colaboración íntima que duró casi tanto como su vida. Numerosísimas novelas han publicado, que se cuentan entre las más famosas y leídas de la literatura francesa en el siglo XIX. Son las principales: El amigo Fritz , Madama Teresa , Cuentos de las orillas del Rin , LA INVASIÓN O EL LOCO Y

Las descripciones leídas de otras desgracias; la muerte imprevista; el mundo que desaparece; la familia; los amigos; el natural arrepentimiento del viaje; las personas que nos esperan; la fiesta frustrada; el instinto que clama por la conservación; el alma que condensa todo su poder, todas sus facultades para el instante supremo, y que, despidiéndose de misma, se dice: «aquí era la muerte.....»; todo esto y mil nimiedades que no cómo caben en aquella situación extrema, mil ideas frívolas, unidas á otras muy solemnes y graves, la muleta, la mano cortada, lo que será uno sin dientes, la cuestión de la inmortalidad del alma, lo que dirá fulana cuando sepa lo sucedido, cómo llegará la noticia al hogar paterno, y un punto de conformidad cristiana, y una mirada al cielo, y la tranquilidad más estoica, y el miedo más miserable: todo eso y mucho más, resumido en una idea multiforme, súbita, luminosa, intuitiva, llenaron aquellos cuatro segundos, abreviatura y término de la existencia.

Pero, antes que allá llegasen, les sucedieron cosas que, por muchas, grandes y nuevas, merecen ser escritas y leídas, como se verá adelante. Capítulo XI. De la estraña aventura que le sucedió al valeroso don Quijote con el carro, o carreta, de Las Cortes de la Muerte

Entiendo yo, señores, por todo lo expuesto, y por la atenta lectura de los libros de la Santa, y singularmente de El Castillo interior, que el hechizo de su estilo es pasmoso, y que sus obras, aun miradas sólo como dechado y modelo de lengua castellana, de naturalidad y gracia en el decir, debieran andar en manos de todos y ser más leídas de lo que son en nuestros tiempos.