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Espera ser madre y se propone consagrar al hijo de sus entrañas toda la vehemencia afectiva de su corazón, sus pensamientos y la vida y el ser de su espíritu. Así pasa Lully el tiempo, y se consuela con estas ideas y con estos planes, hasta que llega el día del esperado parto. Lully está a punto de morir, y pare un niño muerto. El desengaño no puede ser más completo ni más terrible.

El Señor, como dice el Profeta, ha enviado fuego a lo más robusto de mi espíritu, ha alumbrado mi inteligencia, ha encendido lo más alto de mi voluntad, y me ha enseñado. La actividad del amor divino, que está en la voluntad suprema, ha podido en ocasiones, sin yo merecerlo, llevarme hasta la oración de quietud afectiva.

Nuestros mismos maridos guardan la imagen de nuestras faldas trabadas y nuestro pasito de palomas, asociando el aire de nuestras figuras a las horas que con mayor intensidad anhelaron la mirada afectiva de nuestros ojos y los latidos de nuestro corazón.

Reflexionando yo muchas veces sobre lo que más me llamaba la atención en ella, que no eran seguramente éstas y otras pintorescas trivialidades de determinados concurrentes, sino aquella familiaridad cariñosa, aquella rara, profunda, íntima trabazón afectiva entre todos ellos y mi tío, recordaba la comparación que de este caso original me había hecho Neluco en la primera conversación que con él tuve, y no me parecía rigurosamente exacta: más que un organismo de miembros subordinados al imperio de la cabeza, me parecía una familia con todas las comunes variedades de aptitudes y temperamentos, unida por el amor desinteresado, tan propio y natural entre todos sus miembros, y gobernada por la experiencia, la abnegación y la sabiduría del padre.

Mientras entonces el estudio de la Teología sobreexcitaba los sentimientos y encendía en amor el alma afectiva, amor que con facilidad podía torcerse a mala parte; hoy, estudiando los jóvenes briosos, desde sus tiernos años, negocios tan serios como la Filosofía de Krause o la Economía Política, se hacen por fuerza más morigerados y menos traviesos; adquieren una gravedad que les cae muy bien; y todo el fuego y lozanía de la imaginación se les va, no en coplas y requiebros a las muchachas, sino en ditirambos dulcísonos en prosa rimada, ora al libre-cambio, ora al desestanco de la sal, ora a otro objeto del mismo orden, que allá en lo antiguo ni se sospechaba siquiera que pudiese ser blanco de tantos disparos poéticos y de raptos líricos tan maravillosos.