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Actualizado: 8 de junio de 2025


Entonces Demetria, acercando el rostro cuanto podía, se puso á soplar el fuego con todo el aliento de su pecho. ¡Oh, cuán hechicera estaba la zagala inflando sus carrillitos amasados con rosas y leche! Si aquel mirlo tímido de la parra la hubiera visto ahora, sin remedio la hubiera picoteado pese á su vergüenza. Ya está encendido el fuego.

¿Qué estás diciendo, Celso? ¡No entiendo una palabra! exclamó riendo la zagala. Los demás también reían sin comprender. Iba el flamenco á proseguir en sus piropos exóticos aprendidos allá en la tierra de María Santísima entre tragos de manzanilla y bocados de gazpacho blanco, cuando una voz bronca gritó desde el corredor vecino: ¡Celso! ¡Celso! Y apareció el rostro espantable de la tía Basilisa.

Desde la paliza nocturna que el capitán le propinó había crecido su afición á la zagala. Donde quiera que la tropezase nunca dejaba de mostrársela con palabras bien melosas ó con palmaditas en el rostro no menos insinuantes. Flora rechazaba las últimas con energía, pero escuchaba las primeras con benévola sonrisa.

Demetria la escuchaba embelesada y de vez en cuando aplicaba un sonoro beso en sus mejillas de rosa. No fué mucho tampoco lo que pudo dormir la zagala aquella noche. Aguardó sin embargo á que su padre la llamase y se vistió como si fuesen á conducirla al suplicio.

Era un hombre por la estatura, un niño por la frescura y la inocencia esparcidas por su rostro; los ojos azules, el cabello rubio, el cutis terso y brillante como el de una zagala. Y con esta apariencia afeminada uno de los guerreros más bravos de la comarca.

Sin embargo, tanto juró y perjuró y tan sofocado se puso que la irritada zagala no pudo menos de rendirse al calor de sus palabras, aunque quedándole todavía alguna duda. Guardaron silencio prolongado. Jacinto con la cabeza baja y el semblante triste jugaba con su garrote esparciendo las cenizas del lar.

¡Ay, amiga de mi alma -dijo entonces la otra zagala-, y qué ventura tan grande nos ha sucedido! ¿Ves este señor que tenemos delante? Pues hágote saber que es el más valiente, y el más enamorado, y el más comedido que tiene el mundo, si no es que nos miente y nos engaña una historia que de sus hazañas anda impresa y yo he leído.

Los gatos dejan muchos pelos en la ropa exclamó la zagala dando un cariñoso empujón á su amiga que por poco le hace caer de espaldas. ¡Vaya, que antes ya le pasarías la mano sobre el lomo!... ¡Pobrecito! ¡pobrecito menino! ¡Fu! ¡fu! ¡Zape! gritaba la niña emprendiéndola á pellizcos con la burlona y retorciéndose de risa. Sin embargo, al cabo quedó seria.

Hero y Leandro fueron dos personajes imaginarios también, como el pájaro fénix. Hero una zagala y Leandro un zagal, vivían separados por el Helesponto, un brazo de mar, casi mar. Hero y Leandro se amaban, y Leandro de costa a costa nadando para echar un párrafo con Hero. En una de éstas, se enfurruñaron las aguas y pereció Leandro.

¿Qué te pasa, Demetria? Parece que vienes descolorida. Nada me pasa respondió la joven con un acento que demostraba bien claro todo lo contrario. ; algo te pasa. Dímelo, niña. ¿No te he contado yo siempre mis secretos? La tomó de la mano y la miró con ojos escrutadores. Demetria bajó la cabeza y permaneció silenciosa. Vamos, , niña repitió la zagala sacudiéndole la mano. Ya lo sabrás, Telva.

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