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Actualizado: 8 de junio de 2025


Si me lo dijiste, no me acuerdo. ¿Pero cómo dejabas la cocina momentos antes de servir el almuerzo? Porque la zagala que tenemos no sabe las calles, y además, no entiende de compras.

Llegaban, sin duda, de alguna finca de los alrededores. Al pasar junto a la fuente, Beatriz no pudo reprimirse, e inclinado su cuerpo, pidió con el gesto a las mozas que la alargasen un cántaro. Luego, echando el velo hacia atrás y pegando su boca al barro humedecido, diose a beber como una zagala.

Y como si la naturaleza quisiera responder con un signo afirmativo a mis reflexiones, al salir de la estación, de pie sobre un verde campo de trigo, vi una linda zagala de trece a catorce años y a un zagal de la misma edad, enlazados con un brazo por la espalda y saludando con el otro al tren que se alejaba rápido.

La miró con fijeza y profirió asustada: ¡ has llorado! Llorar, ¿por qué? Felicia la tomó por la mano, la condujo hasta el corredor y repitió con más fuerza: , : has llorado. No, madre, no: se engaña usted respondió Demetria sonriendo. No me lo niegues, hija. ¿Te ha regañado tu padre? ¿Mi padre? replicó la zagala con asombro. Mi padre no me regaña nunca.

Bajó los ojos y la arruga que cruzaba su frente se hizo más profunda. Mientras en casa del tío Goro se celebraba la conferencia que iba á decidir de su suerte, Demetria caminaba á paso lento hacia la fuente. Antes de llegar tropezó con su íntima amiga Telva, que ya volvía con la herrada llena sobre la cabeza. Algo extraño debió de observar aquella zagala en el rostro de la hija del tío Goro.

Con gran solicitud en su caballo Entre aquestos mancebos se señala En andar por las islas Caravallo, Y así por las espesura hiende y tala En medio de una selva, y Yanduballo Halló con Liropeya, su zagala: La bella Liropeya reposaba Y el bravo Yanduballo la guardaba.

La compostura no agradó á la irritada zagala, que iba á responder con acritud; pero en aquel momento dos mozos gallardos se aparecieron de improviso, dando cortésmente las buenas noches. Jacinto de Fresnedo estaba delante de ella y Nolo de la Braña frente á Demetria.

Cerró sigilosamente la puerta y plantándose delante de ella y volviendo á tomarle la mano, dijo con voz alterada: Flora, ya sabes quién ha sido tu madre; pero ¿tu padre, sabes quién es? La zagala se puso roja como una amapola: tardó algunos momentos en contestar. Al cabo, bajando los ojos al suelo articuló con voz débil: No lo ... pero lo presumo.

Un buen rato lucharon y retozaron como dos cachorros por el campo. Andrés, no pudiendo de ningún modo acercar los labios al rostro de la zagala, por primera vez perdió el respeto que la tenía y trató de hacer uso brutal de las manos. Rosa se formalizó de repente y le rechazó con violencia. Pero él, sin hacer caso de esta vigorosa advertencia, se obstinó en el primer intento.

Había pasado todo el día sumida en profunda tristeza, llorando á ratos amargamente, haciendo, sin embargo, penosos esfuerzos por mostrarse serena á fin de no aumentar el dolor de la buena Felicia que estaba inconsolable. Lo que más contristaba á la zagala era que ésta perdiera aquella confianza maternal para tratarla y reprenderla.

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