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Actualizado: 12 de julio de 2025
Estoy casado; el cura me regaña; tuve más de un disgusto con la mujer. Creo que harto escándalo di ya y que es hora de echar algunas paletadas de tierra en la hoguera que me consume... Pero dígolo en verdad, por nada de este mundo quisiera que la rapaza cayera en poder de algún zorrocloco que no tuviera para mantenerla, que la matara de hambre ó le diese mala vida.
La miró con fijeza y profirió asustada: ¡Tú has llorado! Llorar, ¿por qué? Felicia la tomó por la mano, la condujo hasta el corredor y repitió con más fuerza: Sí, sí: tú has llorado. No, madre, no: se engaña usted respondió Demetria sonriendo. No me lo niegues, hija. ¿Te ha regañado tu padre? ¿Mi padre? replicó la zagala con asombro. Mi padre no me regaña nunca.
Es que la señorita se ha calao que yo salgo por hablar con usted. Si me regaña o me dice cualquier cosa, ¿qué contesto? Por ahora... dices que no te dejo a sol ni a sombra; que tú crees que yo ando loco por ella, sobre todo muy triste... Pa triste, ella. ¡Si la viera usted de llorar! En fin, Dios nos tenga de su mano. Mire usted que, según me han dicho, ¡el marido es más bruto! Una fiera.
Extractamos ya con brevedad la acción de esta comedia; pero la ampliaremos ahora, por ser á nuestro juicio la mejor de todas las de Gil Vicente. Inés, hija de una mujer de una clase baja, pero de pretensiones superiores á su estado, trabaja con tan mala voluntad, que su madre le regaña por su ridículo orgullo. Una alcahueta trae á la bella joven una carta amorosa de Pero Márquez, rico labrador.
Palabra del Dia
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