United States or Turkey ? Vote for the TOP Country of the Week !


No, si se arrima de esta banda, yo le diré cuántas son cinco. Y yo. Y yo. Así crecía la hostilidad y se amontonaban densas nubes sobre la cabeza de la apóstata, a quien por el color de su tez biliosa y de su lacio pelo, por lo sombrío y zaíno del mirar, llamaban Píntiga, nombre que dan en el país a cierta salamandra manchada de amarillo y negro.

La bronca en mi obsequio amenazaba ser mayúscula. Con todo, detrás de , los criados no cesaban de reír. El conde había vuelto la cabeza, dirigiéndoles una mirada severa; pero sus carcajadas reprimidas me humillaban más que las francas. ¿Qué tal los toros? les preguntó un cochero al cruzar a nuestro lado. ¡Finos, finos! Hay uno negro, zaino, de mucho cuidado.

Tome asiento, don Melchor. ¡Pero cuánto gusto de verlo!... ¿Y solo ha venido? Ya le dije, Ramona: solo; mis compañeros quedaron en la estancia algo doloridos porque ayer anduvieron mucho a caballo. Así es... bueno, cuando no hay la costumbre... ¿Y usted no? ¡Ya ve: me he venido de un galope; mire por la puerta cómo ha sudado el zaino!

Yo también voy a tomar para festejar la venida de ustedes. ¿Vas a tomar coñac, Melchor? le dijo Lorenzo con visible extrañeza. ¡Qué me va a hacer!... ¡una copita a la salud de ustedes... y de Clota!... ¡agua... ché... me he abrasado!... ¡Para qué tomaste! Bueno, don Melchor, yo voy a retirarme; ¿le digo entonces a Hipólito que ate? , que ate, y que me ensillen el zaino.

Ricardo había tomado posesión del malacara descubriendo en él una condición salvadora: era íntimo amigo del zaino... ¡inseparable! y resolvió no contrariar en lo más mínimo el noble afecto del noble bruto.

¿Vamos?... dijo Melchor, correctamente montado en su zaino. Bue...e...no Contestó Ricardo, pensando: ¡Aquí va a pasar algo!

Entretanto, Melchor cruzaba campos, llevado por su zaino, cavilando sobre la conducta de Lorenzo y Ricardo, que así se resistían a acompañarle en la tarea que iba a desempeñar. Cuando llegó a casa de Anastasio encontró a Ramona poniendo agua a las gallinas. ¡Don Melchor!... ¡Ave María!... ¡Qué sorpresa... y cuánto gusto!... ¿Cómo le va, Ramona?

Mesábame las barbas, y renegaba de mi mal cortada pluma, que siempre ha de pinchar, y de mi lengua que siempre ha de maldecir, cuando un cariacontecido mozalbete con cara de literato, es decir, de envidia, se me presentó, y mirándome zaino y torcido, como quien no camina derecho ni piensa hacer cosa buena, díjome entre uno y otro piropo, que yo eché en saco roto, cómo tenía que consultarme y pedirme consejo en materias graves.

El que correspondería al mayordomo... un establecimiento como éste... aunque no sea gran cosa, necesita un mayordomo. ¿Y Baldomero?... Por ahí andará dijo Melchor como si contestara a la pregunta, dirigiéndose hacia su zaino y agregó: cuando quieran. Los dos viajeros se despidieron de todas las personas del servicio y al disponerse a hacerlo con Melchor, éste les dijo: Los voy a acompañar.