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La bronca en mi obsequio amenazaba ser mayúscula. Con todo, detrás de , los criados no cesaban de reír. El conde había vuelto la cabeza, dirigiéndoles una mirada severa; pero sus carcajadas reprimidas me humillaban más que las francas. ¿Qué tal los toros? les preguntó un cochero al cruzar a nuestro lado. ¡Finos, finos! Hay uno negro, zaino, de mucho cuidado.

Cuando Paca hablaba, Pepe la escuchaba con la boca abierta pendiente de sus labios como de un oráculo, obligando á callar á los que pretendían interrumpirla, dirigiéndoles á menudo guiños expresivos ó diciendo por lo bajo: «¡Qué pico! ¿eh?... ¡Atiende al golpe!...» Paca no despreciaba por eso á su marido, como pudiera inferirse; al contrario, estimábalo como hombre de inteligencia penetrante, ya que había penetrado todo el mérito que ella poseía y seguía fielmente sus enseñanzas filosóficas.

La condesa se levantó y dijo al señorito Octavio, que era el único que concedió atención á su movimiento: Con permiso: soy con ustedes al instante. Y se fué por la puerta del gabinete. El aya se puso también á hablar con los niños en voz baja, dirigiéndoles, á juzgar por su continente severo y el no menos grave de los oyentes, serias y profundas advertencias.

Mientras la inmortalidad sea una cosa tan parecida a la vida corriente, y mientras en ella deba uno preocuparse también del almidonado de la tirilla, no creo que valga la pena ser inmortal. Parece que hay escritores a quienes el público anima dirigiéndoles, con más o menos frecuencia, cartas de aprobación.