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Actualizado: 6 de junio de 2025
Volvióse él rápidamente, y con forzada jovialidad contestó: ¿Que no como?... ¡Vaya si como!... ¡Mira!... Y bebióse de un trago, sin resollar siquiera, un vaso lleno de vino hasta los bordes; mostróse desde entonces alegre, hablador y chancero, y levantándose de repente, comenzó a dar vueltas de un lado a otro, como si buscase algo.
Este paso fué la gota que hizo rebosar el coraje de Velázquez, demasiado tiempo comprimido. Volvióse hacia ella y con gesto desabrido le preguntó: ¿Qué se le ha perdido á usted aquí, niña? Era costumbre fatal del guapo tratarla de usted cuando estaba enojado, para hacer más ostensible su desdén.
Ya lo creo: encarnado, encarnado, sin pinta de otro color. ¿Y lo has llevado á la señora Luisa? Volvióse todo oídos el cocinero. He tenido que esperar á que saliera el señor Montiño, porque si después de haberme despedido me hubiera encontrado, no sé lo que hubiera sido de mí.
Volviose ésta un poco sin despertar, y su cabeza quedó envuelta en sombra.
Señor cura díjole Magdalena, supliqué a papá que le llamase porque siendo mi director espiritual de siempre, quiero confesarme con usted. ¿Está dispuesto a escucharme? El sacerdote hizo un signo afirmativo. Magdalena volviose hacia su padre y le dijo: Papá, déjeme usted sola un instante con este otro padre que es padre de todos.
Y esto concertado, salióse aquel señor á hacer lo que le mandaba Viracocha Inca. Viracocha Inca volvióse á Inca Yupanqui é comenzóle de hablar con buenas palabras y á mostrarle rostro alegre.
Volvióse el joven, y vió un paje que traía ropa de mesa, terciada en un brazo, en la una mano algunos platos, y en la otra dos botellas asidas por el cuello. ¿Sois vos, señor, el sobrino del señor Francisco Montiño? dijo el paje. Ciertamente, yo soy. Pues bien, á vos vengo. ¿Y á qué venís? A serviros de cenar. ¡Ah!
Visitó a Meissonnier, convidó a comer a Carlos Durand, y pudiendo conseguir que Raimundo Madrazo la diese algunas lecciones por pura galantería de cumplido caballero, volvióse a Madrid, dejando a Rosa Bonheur tamañita y royéndose los codos de envidia.
El parlamentario comprendió, por el tono de voz de la anciana, que no podría hacerla entrar en razón y que sería peligroso siquiera contestarle. Volviose, pues, a Hullin y continuó: Estoy encargado, señor comandante, de ofrecerle honores de guerra si consiente en rendir la posición. Carecen ustedes de víveres, y nosotros lo sabemos. Dentro de pocos días se verán obligados a deponer las armas.
De repente tropezó con Sandy. Un agudo grito de inconsciente terror se escapó de aquel pecho femenino, pero una vez hubo pagado este tributo a la física debilidad, volviose más que atrevida, y se paró un momento, a seis pies, por lo menos, de distancia del monstruo tendido, recogiendo con la mano sus blancas faldas, en actitud de huir.
Palabra del Dia
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