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Actualizado: 18 de julio de 2025
No quiso que la princesa volviera á enviar por segunda vez contra un muro del comedor con solo un golpe de pie la mesa de roble y todos sus servicios de porcelana y cristalería, que se hicieron añicos con estrépito de catástrofe. Cuando los arquitectos de París hubieron dado forma á los encargos de la princesa, la familia abandonó el castillo que ocupaba en las cercanías de Londres.
El Morito era muy partidario mío. Un barco es un pequeño mundo aparte, donde las simpatías y las antipatías se establecen rápidamente, y el Morito era joven y había simpatizado conmigo. Este muchacho solía estar con frecuencia en una tienda de montañés de cerca de la Puerta del Mar. Fuí a buscarle, le encontré, le di el encargo de llevar la carta a Dolores, y después le dije que volviera por mí.
Don Álvaro tuvo un poco de miedo, de aprensión de miedo. «Si este hombre, pensó, enamorado de la Regenta, desairado por ella, se volviera loco de repente al verme, creyéndome su rival y se echara sobre mí a puñetazo limpio aquí, a solas...». Mesía recordaba la escena del columpio en la huerta de Vegallana.
Comprendiendo que no había de hacer caso a la doncella, yo misma le hablé por el ventanillo. «¿Es verdad que te vas con ese? me preguntó ¿sabes que me pones en un ridículo espantoso?» Le contesté que era verdad, que no volviera a acordarse de mí, pero que para él no había humillación porque las traiciones y las infidelidades de una mujer como yo no deshonran a nadie. Se puso frenético.
No faltaba más que ahora me volviera loco. Pasaron ocho días y a la hora señalada Anita se presentó de rodillas ante la celosía del confesonario. Después de la absolución enjugó una lágrima que caía por su mejilla, se levantó y salió al pórtico. Allí esperó al Magistral y juntos, cerca ya del obscurecer, llegaron a casa de doña Petronila.
Lo peor es ¡por vida del pispajo! que me va faltando el resuello... Deja que descanse un poco. Sentóse en una silla apurado de respiración, más lívido que antes de cara, y trasudando. Aconsejéle que no volviera a hablar de aquel asunto ni de ningún otro, porque necesitaba reposo y tranquilidad; pero no me tomó en cuenta el consejo.
No era de temer ya la sorpresa de un nuevo varón que de la noche a la mañana volviera a despojarla de sus recobradas preeminencias; pero es indudable que las hubiera dado mayor importancia, y por muy distinto motivo que entonces, si el suceso que se las restituía hubiera ocurrido en aquellos tiempos en que las inexplicables injusticias de su madre la tenían relegada a los últimos rincones de la casa.
Flora y Demetria tomaron riendo los cucuruchos que les ofrecía el capitán y le dieron las gracias. D. Félix las contempló un instante con admiración y exclamó sacudiendo la cabeza: ¡Qué hermosas sois, hijas mías! ¡qué hermosas sois! ¡Quién se volviera á los veinte años! Las doncellas se ruborizaron.
Y ese era el resultado: ella, que quería hacer que su amante volviera a tener creencias, ella que quería atraerle a su propia fe, se veía empujada a la duda, a la negación. ¡En vez de curar al enfermo, éste la había contagiado su mal; en vez de purificar al réprobo, se encontraba contaminada por su contacto! Pero ¿podría, en realidad, renegar por largo tiempo las creencias de toda su vida?
El Ingles su derrota y su camino Siguió, sin que persona le impidiera: Despues Diego de Flores tras él vino, Y viendo ser ya tarde se volviera; Tomó Sotomayor el Argentino. Sarmiento caminò, que no debiera: Al Estrecho llegò, dó pretendia, Mas poco le ha durado su alegria.
Palabra del Dia
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