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Actualizado: 29 de julio de 2025
Pero de repente, sin saber cómo ni por qué, todo se le volvía del revés allá en las cavidades desconocidas de su espíritu, y la conciencia se le presentaba limpia, clara y firme. Juzgábase entonces sin culpa alguna, inocente de todo el mal causado, como el que obra a impulsos de un mandato extraño y superior. «Si yo no soy mala pensaba . ¿Qué tengo yo de malo aquí entre mí? Pues nada».
Kotelnikov decía a todos que estaba encantado con su mujer y con su hijo; pero nunca se daba prisa en volver a casa, y, cuando volvía, se detenía largo rato ante la puerta.
Luego volvía á reaparecer al otro lado de la colina, entre las arboledas y los sonrosados palacetes del Cap-Martin. Los rieles ondulaban luminosamente bajo el sol como dos regueros de metal líquido. Aún no había llegado el tren á este lado, pero su estrépito creciente parecía animar el paisaje.
Todos los domingos llevaba Catalina a la aldea de Tiefenbach una cesta, que llenaban aquellos buenos aldeanos de patatas cocidas, pedazos de pan y, algunas veces los días de fiesta , de tortas y otros restos de sus festines. Entonces la pobre mujer, casi sin aliento, volvía a la cueva cantando y riendo muy ufana y cogiendo de los cercados lo que a su alcance estaba.
El enlutado pajecillo miraba con la inconsciencia de una edad en que se oye hablar de la muerte sin saber lo que es. Aquel soldado lo conocía él: era su padre; lo había visto llegar á su casa vestido así. ¿Por qué no volvía?... ¡Papá...papá!... murmuró, tendiendo sus manecitas hacia la visión.
Además, se le volvía cada vez más fácil abrir su corazón a Dolly Winthrop; así fue que le comunicó poco a poco a aquella nueva amiga todo lo que podía contar de su juventud.
A estas señales de vida, el toro volvía a la carga, hiriendo de nuevo con sus fieras astas los miembros destrozados, aunque palpitantes todavía, de su víctima.
Aquel era el último triunfo de sus tres años de soberano, y dentro de dos días, para siempre iba descender de tan elevada altura. ¿Qué dejaba detrás de sí? S. E. no volvía la cabeza y prefería mirar hácia delante, ¡hácia el porvenir!
Le quería más. ¿Y cuando volvía? Más. Era una cosa superior a mí, una especie de enfermedad o desgracia que me enviaba Dios. ¿No procuró usted librarse de ese tormento, pensando en otro? ¡En otro hombre! exclamó Sola como horrorizada . Eso no, eso era imposible.... Lo que yo sentía, aquel tormento mío me era necesario para vivir, como el aire y la luz.
Davis, dije, volvia de arribada En su nave; las dos fueron abriendo, Y á pique fué la gente supultada, En el fondo al infierno descendiendo. Al Isla Grande viene, así llamada, Davis, que cruda sed ya padeciendo Venia con su gente: aquí ha surgido; Y oíd lo que en la isla ha sucedido.
Palabra del Dia
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