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Actualizado: 24 de julio de 2025
Si no le engañaba el pensamiento, por allá se quedaría hasta dejar los huesos en el terruño nativo; si le engañaba, volvería a Madrid cuando mejor le pareciera, o gastaría en ir y venir el poco tiempo que le restaba de vida. Pocas veces se ha casado una mujer con menos conocimiento práctico del mundo que Ramona Pacheco.
Dadle lo suficiente para que pueda vivir sin hacer nada. ¡Guardaos bien, sin embargo, de tenerle en la abundancia! Volvería a beber, y ya sabéis las consecuencias fatales que os reporta a vos ese vicio. Con cien francos al mes, y la casa pagada, creo que tendrá suficiente.
Y, cuando llegaron allá bajo, se halló en unos palacios y en unos jardines tan lindos que era maravilla; y luego la sierpe se volvió en un viejo anciano, que le dijo tantas de cosas que no hay más que oír. Calle, señor, que si oyese esto, se volvería loco de placer. ¡Dos higas para el Gran Capitán y para ese Diego García que dice!
OPERARIO. Me preguntó si podría ver a usted... Respondile que tenía visita... Y él, así como si fuera de casa, sin picardía, dijo: «Ya sé... la señorita Electra. No me parece bien pasar ahora...» Y se fue. Lo siento. ¿Por qué no le anunciaste? ¡Pero qué tonto! OPERARIO. Dijo que volvería. MÁXIMO. Pues si vuelve, aunque esté aquí la señorita Electra, y mejor aun si está, le dejas paso franco.
Recordé que aquel viejo era el mismo que encontramos Recalde y yo cuando, después de nuestra expedición al Stella Maris, anduvimos buscando al que tenía la llave de la lancha que solía estar atada en la punta del Faro. Pregunté al viejo cuándo volvería el señor, y me dijo que por la tarde, a eso de las cinco.
En cuanto acabara ese estudio que le robaba hasta el sueño, se volvería a Madrid para dar cuenta de todo a los capitalistas que habían de emprender las labores bajo su dirección, asignándosele a él, para remunerar su trabajo, la mitad de las ganancias.
Cuando Ramiro comenzaba a pensar que Gonzalo no volvería tal vez a presentarse aquella noche, vio llegar a lo largo de la calle, la figura de un hombre que fue a detenerse ante la casa de Beatriz, al pie de las ventanas. Ramiro desenvainó la espada, y tomándola de la hoja por encima de la capa, adelantose, prestamente, rozando la pared más obscura. ¡Era Gonzalo!
Y dado en mí, como se da, este amor, harto se comprende mi deseo de que no queden mis hijos espirituales anegados en un inmenso piélago de papeles donde se perderían sin duda y nadie volvería á acordarse de ellos.
Su mujer salió á la puerta del cuarto con los ojos hinchados, enrojecidos, y el pelo en desorden, revelando en su aspecto cansado varias noches pasadas en vela. Acababa de marcharse el médico; lo de siempre: pocas esperanzas. Después de examinar un rato al pequeño, se había ido sin recetar nada nuevo. Únicamente al montar en su jaca había dicho que volvería al anochecer.
No le encontraré en la calle, porque vendrá a mí con los brazos abiertos aunque me haya visto ayer; se enganchará de mí, me preguntará de mi salud, de mis hijos, de mis comedias, de mis artículos, de mis... Pero líbreme, aunque sea el Diablo, de una mujer amable; nunca sabré si me quiere o si me estima, si es bien criada o tierna, si... ¡Válgame Dios! y líbreme, aunque sea el Diablo, de una mujer amable: ésa me volvería loco.
Palabra del Dia
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