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Actualizado: 12 de junio de 2025
Levantó ligeramente sus negras cejas, y podría haber jurado que mis palabras lo sobresaltaron; pero, sin embargo, ocultó con el mayor cuidado la sorpresa que le causaron, y me respondió en un tono natural y tranquilo: Así es. Estoy aquí para verlo. Entonces, siento tenerle que decir que no lo volverá a ver nunca más le dije en voz baja y con toda gravedad.
¿Está el niño arriba? No, señora. ¿Cómo? ¿ha salido? Sí, señora. ¿Lo oyes, Pablo? Quilito no está en casa. Ya volverá, hija... Bueno, le esperaremos.
La naturaleza en los viajes, desnuda de las consideraciones de la sociedad, y muchas veces del pudor, hijo del conocimiento de las personas, queda sola y triunfa por lo regular. ¿Cómo no adherirse a la persona a quien nunca se ha visto, a quien nunca se volverá acaso a ver, que no lo conoce a uno, que no vive en su círculo, que no puede hablar ni desacreditar, y con quien se va encerrado dentro de un cajón dos, tres días con sus noches?
No se lo volverá á encargar más dijo con acento lúgubre Montiño. ¿Y por qué, esposo y señor? dijo suavemente Luisa. Porque nadie encarga nada á los muertos contestó con acento doblemente lúgubre el cocinero. ¡Que ha muerto! preguntó con la misma suavidad y la misma indiferencia Luisa. ¿Pues por qué estoy yo aquí? exclamó en una de sus chillonas salidas de tono Montiño.
Juan Machín no ha aparecido. Quizá anda perdido por los mares; quizá también ha ido a buscar algún tesoro en un rincón del planeta. Como guardando la tradición de la familia, es él el Aguirre inquieto que se pierde por el mundo. ¿Vive? ¿No vive? ¿Volverá? No lo sé. Confieso que al principio no hubiese querido que volviera; hoy, sí, me alegraría de verle y de estrechar su mano.
A la primera palabra que usted pronuncie advirtiéndome que necesita de mí me volverá usted a encontrar. De lo contrario... De lo contrario... murmuró saliendo lentamente de su embotamiento. Empleó algunos segundos para analizar en el fondo de su alma aquella frase que para los dos encerraba la amenaza de un adiós definitivo.
Tú eres mi mamá, mi nueva mamá. ¿No zabez, no zabez que mi otra mamá se ha marchado y que no volverá? Ya no vivo con mi otra mamá. Ahora tengo que vivir con papá y contigo. ¿Hace mucho tiempo que estás aquí? preguntó de mal humor Lady Clara. Me parece que hace tres días contestó Carolina después de una pausa. ¿Te parece? ¿No estás segura? dijo con sorna Lady Clara. ¿Pues, de dónde viniste?
El regimiento sigue al trote por el camino real, al salir de la aldea. He ahí el terrado donde se hallaba Bettina la otra mañana... Juan piensa: ¡si estuviera ahí! Lo teme y lo espera al mismo tiempo. Levanta la cabeza, mira... ¡No está! ¡No la ha visto! Ni volverá a verla... en mucho tiempo, al menos. Esa misma noche partirá, a las seis, para París.
Tampoco: a nadie, a nadie... De nuevo volvió a insinuar Kate con mucha delicadeza: El señorito volverá hoy del colegio... ¡Es verdad!... ¡Pobre Paquito!... Y querrá ver a la señora... No, no... que se entretenga con Lilí... Mañana lo veré... ¡Tengo una jaqueca horrible!
Vámonos, vámonos; estás libre; he traído la orden yo misma, y nadie puede impedirte que salgas; nadie, como no sea Dios, me volverá á separar de ti. ¿Quién te ha dado esa orden, Clara mía? dijo don Juan acordándose á pesar de todo de la pobre Dorotea. ¡La reina! contestó doña Clara ; no sé por qué medio: anoche yo me arrojé en balde á los pies de su majestad: en balde la reina suplicó al rey.
Palabra del Dia
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