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Ved, si no; lleva una cinta verde al cuello; por la Virgen que me ve y me ilumina ¡es un masón! alejadle, pues, hijos míos, alejadle. MUCHAS VOCES. ¡Al agua el comunero! ¡Muera el masón! ¡Al agua! FLORES. Les juro por la sangre de la cruz, compadres, que esa cinta no significa nada, y que... OTRO. ¡Toma! ¡toma! y a ver si tus hermanos te socorrerán, demonio; llámales en tu auxilio.

Los dragones todos fueron vencidos por el fuerte brazo de tu caballero, a quien perteneces y que te pertenece». Inmediatamente le entró como un acceso congestivo, inclinó la cabeza, cerró los ojos y empezó a roncar desaforadamente. Asustadísima, Isidora le mojó la cabeza, le llamó a voces, a gritos: «¡Padrino, padrino!».

Se creía en sus momentos de fe egoísta, admirada por el Ojo invisible de la Providencia. El que todo lo ve y la veía a ella, estaba satisfecho, y la vanidad de la Regenta necesitaba esta convicción para no dejarse llevar de otros instintos, de otras voces que arrancándola de sus abstracciones, le presentaban imágenes plásticas de objetos del mundo, amables, llenas de vida y de calor.

Por las puertas abiertas llegaban hasta la plaza los gemidos de los instrumentos, las voces de los cantores, una melodía dulzona y voluptuosa acompañada de las bocanadas de perfume de las flores y el olor de la cera. Fumaron cigarro tras cigarro los toreros y aficionados que se agrupaban fuera del templo.

Los cocodrilos tienen las mismas carreras de dientes que los caimanes. Don Lorenzo sostuvo con brío su aserto. Le ayudó en la defensa don Rudesindo. Maza le atacó con no menos fuego, apoyado por Delaunay. Pronto entraron en liza otros cuantos socios generalizándose el combate, que fué haciéndose cada vez más vivo. Las voces eran horrendas.

Durante un buen rato, permanecieron allí, sentados en plácida calma, mientras los picos carpinteros charlaban sobre sus cabezas y las voces de los niños jugando a escondite llegaban algo débiles desde la hondonada. Lo que hablaron, poco importa, y lo que pensaron, que podría ser interesante, no pudo traslucirse.

Fue interrumpido en sus reflexiones por un ruido de voces y risas, que se acercaba. La gente volvía, por grupos, del Casino; las despedidas y los adioses resonaban claros en la calma de la noche, mientras la alegre turba se dirigía hacia las villas diseminadas en la costa. Juan oyó, poco después, abrir la puerta de la verja del jardín.

En este estado agolpó un número considerable de gentes á la plaza mayor, esplicando á voces el mismo concepto que habian manifestado el Señor Alcalde de primero voto y el caballero Síndico.

Oyóles acaso el Padre, y saliendo de su Rancho á saber la causa de aquella novedad intempestiva, encontróse con una india que venía del baile, bien que no tan fuera de como ellos, que estaban totalmente embriagados; preguntóla el Padre por qué sus parientes metían tanto ruido y daban tantas voces.

La algazara de los premiados, que iba cediendo algo, se aumentó con la llegada de Guillermina, la cual supo en su casa la nueva y entró diciendo a voces: «Cada uno me tiene que dar el veinticinco por ciento para mi obra... Si no, Dios y San José les amargarán el premio».