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Actualizado: 9 de octubre de 2025
Cuando su familia comentaba con una vivacidad algo envidiosa las glorias de los parientes de Berlín, él decía sonriendo: «Déjenlos en paz; su dinero les cuesta.» Pero el entusiasmo que respiraban las cartas de Alemania acabó por crear en torno de su persona un ambiente de inquietud y rebelión. Chichí fué la primera en el ataque. ¿Por qué no iban ellos á Europa, como los otros?
Todo en él era fuego, conversación, impulso; el gesto se adelantaba á la palabra; la palabra á la idea. Su alma parecía un desbordamiento. Tanta vivacidad y tanta belleza impresionaron las viejas pupilas, llenas de experiencia, de Sevestre. ¿Tú has trabajado alguna vez? le preguntó. Nunca. Entonces... Pero no importa.
La trinchera de D. Juan Cáceres lisonjeaba las esperanzas de los enemigos, y por lo mismo repetian contra ella con mas vivacidad sus esfuerzos y ataques: porque habiendo ya conseguido forzarlas en los dias anteriores, se persuadian que por aquel paraje podrian abrirse el paso que deseaban á lo interior de la villa; de modo que le fué preciso á Orellana socorrer con algunos soldados que separó de otros, donde el peligro y la necesidad no eran tantos, aumentándole tambien su fuerza con alguna tropa, de la que se mantenia de reserva, para acudir donde llamase mas la atencion por semejantes ocurrencias.
La emulación, que es el más poderoso estímulo entre cuantos pueden sobreexcitar, lo mismo la vivacidad del pensamiento que la de las demás actividades humanas, necesita, a la vez, de la igualdad en el punto de partida para producirse, y de la desigualdad que aventajará a los más aptos y mejores como objeto final.
La vivacidad no es la penetracion: la abundancia de ideas, no siempre lleva consigo la claridad y exactitud del pensamiento; la prontitud del juicio suele ser sospechosa de error; una larga serie de raciocinios demasiado ingeniosos, suele adolecer de sofismas, que rompen el hilo de la ilacion, y extravian al que se fia en ellos.
Sin embargo, mientras la joven con su vivacidad de siempre, volvía a sentarse cerca de él, se despertó en el inspector general una vaga desconfianza; se dijo que tal vez iba a ser juguete de la malicia femenina, pensando que la señora Liénard había creído ganar así su ánimo en favor de la causa de los usuarios de Val-Clavin y vencer su natural rigor administrativo.
El ríe con ella y dice: No es una mujer lo que necesito ahora. ¿Entonces, qué? Una hermana. Pues bien, ya tienes una dice ella levantándose de un salto y acercándose a él. Después, avergonzada sin duda de su vivacidad, se deja caer ruborosa sobre el banco de césped. ¿De veras? dice con los ojos brillantes. Ella hace un leve mohín y dice vivamente: ¿Hay que hacer tanto esfuerzo acaso?
Tenía las facciones delicadas, los ojos oscuros, de mirar expresivo, y los gestos y ademanes tan enérgicos y desenvueltos que a un tiempo delataban la vivacidad de su carácter y el empeño de mostrar una gracia más provocativa y libre de lo que su propia índole consentía.
A ella es a quien ha debido su vivacidad, la rapidez de su acción, la libertad de abarcar las épocas y los lugares más alejados unos de otros, esas bruscas transiciones gracias a las cuales el juglar antiguo y el cronista, venido tras él, transportaban a su antojo la atención de los oyentes del uno al otro lado de los lugares donde se desenvolvía el relato.
La señorita Helouin es además bonita, inteligente y llena de talento, y aunque prodigue un poco todo esto, por la vivacidad de sus salidas, su febril coquetería, y esa ligera pedantería que son las propensiones habituales del empleo, convengo en que había muy poco mérito en sostener el papel caballeresco que me había propuesto.
Palabra del Dia
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