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En respuesta a dicha Embajada, había ido a visitar al Preste Juan el ya mencionado don Rodrigo de Lima con gran pompa y séquito.

Alguna de Lancia, seguro, que vendría a hacerle una visita. Y ¿por qué se viene de lejos a visitar a un sacerdote no siendo su madre, o su hermana o su deuda? ¿No sabe esa señora que la fama de los sacerdotes es muy delicada y cualquier cosa la quiebra?

Cuando llegué a casa, después de dar algunas vueltas entre calles, me encontraba en buena disposición de espíritu para escribir la carta a Gloria. Me puse a ello y concluí de una vez sin vacilaciones ni tachaduras. «Hermosa y amabilísima amiga: En efecto, yo he sido el desdichado que ha tenido la ocurrencia de visitar al P. Sabino y proporcionarle a usted un disgusto. Tiene usted razón.

iPor vida mia! ivivan estos tiempos dichosos! iQuisiera ver a la alegria que viniese a visitar de nuevo estas antiguas murallas! Parece que las ha olvidado del todo. Era necesario primeramente que el castillo cambiase de senor. iOh! ihe visto aqui cosas tan estranas, Herman!

Cuando, después de ausencia tan larga, fui a visitar a Amaranta, la encontré desesperada, porque el aislamiento de Inés en la casa de la calle de la Amargura, había tomado el carácter de una esclavitud horrorosa. Cerrada la puerta a los extraños con rigor inquisitorial, era locura aspirar ya a burlar vigilancias, y engañar suspicacias y menos a romper la fatal clausura.

Desde el Tormes subimos á visitar al ya citado señor chantre D. Camilo Álvarez de Castro, cuya casa y huerto se divisaban á una grande altura sobre nuestra cabeza, pues se apoyan en la antigua muralla de Salamanca y tienen vistas al río. Nunca olvidaremos aquella visita.

La sobrina del doctor empezó a nombrar a aquellas de sus antiguas amistades que no habían cesado de visitar la casa de la calle de Angulema, citando por último a Felipe Auvray. El enfermo recapacitó. ¿Ese Felipe Auvray no es amigo de Amaury? , señor. ¿Uno muy elegante? ¡Oh! no, tío. Pero joven y de gran posición, ¿no es eso? . ¿Noble? No. ¿Te ama? Lo sospecho. ¿Y a él? Ni un comino.

Gentleman dijo , tengo que darle una buena noticia. El Padre de los Maestros, que rara vez se digna visitar á los personajes más importantes de nuestra República, vendrá esta tarde á verle. No habla bien nuestro idioma y lo lee también con cierta vacilación; pero yo estaré presente para servir de traductor entre los dos.

París se ha convertido en una inmensa torre de Babel, una ciudad internacional y universal. Los extranjeros no sólo vienen a visitar París, sino también a vivir en él.

Pero á bien que si me buscáis querella, y con vos no he de tenerla, aprovecharé la ocasión para dejaros solo y visitar una vez más la Cabeza de Oro aquí cercana, cuyos guisos de perdices adobadas han dejado en eterna remembranza. No, amigo, dijo sonriente el barón. Nos conocemos y estimamos demasiado para reñir por palabra más ó menos, como dos pajecillos.