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Actualizado: 23 de octubre de 2025


Pensar, soñar, admirar: he ahí los nombres de los sutiles visitantes de mi celda. Los antiguos los clasificaban dentro de su noble inteligencia del ocio, que ellos tenían por el más elevado empleo de una existencia verdaderamente racional, identificándolo con la libertad del pensamiento emancipado de todo innoble yugo.

Después de esto empezó á insultar á Adán, como si éste fuese el responsable del abandono en que vivían sus hijos. Pero transcurría el tiempo y era urgente tomar una resolución. Después empujó á los otros á puro cachete, hasta dejarlos encerrados en un establo, bajo llave, á pesar de sus protestas. Ya llegaban los visitantes. Eva apenas tuvo tiempo de dar una última mano al arreglo de su persona.

Los tres visitantes admiraron el silencio y la sumisión con que estos organismos enormes cumplían sus funciones cual si tuvieran un alma y se sometiesen voluntariamente a una disciplina. Ni el más leve ruido alteraba el silencio del metal que se movía envuelto en la sordina de la grasa. Todos los organismos funcionaban con la suavidad discreta del lubrificante.

Abrió Leto y entraron las cinco personas, teniendo que descubrirse don Adrián, porque para un sombrero como el suyo, puesto sobre la cabeza, no había allí bastante altura de techo. Por lo demás, sobraba sitio en que revolverse los visitantes con desahogo. Nieves se admiró de ello y del primor con que estaba dispuesto y hecho todo en aquel microscópico salón, que resultaba hasta lujoso.

Era un domingo de fines de febrero. La esquila de la Catedral acababa de tocar tres campanadas. Los visitantes de costumbre iban llegando; unos en sillas, envueltos en capisayos aforrados de martas; otros a pie, embozados completamente en sus ferreruelos o en sus capas de lluvia, y manteniendo apenas una abertura por donde escapaba el aliento blanquecino.

Esta invitación no la hacía á todos los visitantes: pero con él era distinto; él había ido á Roma en peregrinación y había visto el cuerpo de San Ignacio. Pasaron del castillejo al monasterio por una galería cubierta, en la que trabajaban varios obreros con pantalones y blusas del mismo azul celeste que el manto de la Virgen.

Cerca ya del mediodía se levantaron las dos; y eso porque se oyeron rumores de nuevos visitantes que entraban en el pasillo. Sobre el particular del primo Nacho dijo Rufita despidiéndose , repetimos a ustedes que, por nuestra parte, no habrá camorra ni cosa que se le parezca. Si él quiere quedarse en Peleches, que se quede; si quiere venirse con nosotras, que se venga.

Mas cierta agitación inexplicable hacía prever alguna desdicha. Llegaron septiembre y octubre. La turbamulta de visitantes que sólo pide sonrisas al mar, habíase eclipsado. En cuanto á , allí me estaba, clavado á causa de mi obra no terminada, á la par que por el singular atractivo que tienen esas estaciones intermedias.

Se empieza por el pamalaye, ceremonia que consiste en pasar el pretendiente con sus padres y demás parientes á casa de la novia, cuya casa la han cercado de cañas entrelazadas, no dejando más que una entrada obstruida por un bejuco del que pende un bolo ó sea puñal guarnecido de plata. De este bejuco hay que colgar por los visitantes otro puñal de igual riqueza.

En este momento entraron otros visitantes en el salón, con tal estrépito, que la conversación se suspendió. Grande fue la sorpresa general al ver que eran el padre Tomás y la Melanval que se anonadaban mutuamente de testimonios de finura y se negaban a pasar el uno delante del otro.

Palabra del Dia

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