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Actualizado: 25 de junio de 2025


Si el amor, un amor bastante violento para empujarlo al delito, hubiese renacido en su corazón, era natural que fuera a arrojarse a los pies de la Condesa, que se mostraba por fin convertido y redimido, y la indujera a huir con él, a esconderse con él en algún rincón ignorado del mundo.

El silencio pesa sobre ellos. ¡Y qué silencio!... A lo lejos suena el timbal... El agua muge... Los dos se miran entonces pálidos como la muerte. Y ella se pone a lanzar gritos penetrantes: ¡Jesús! ¡Jesús! Su voz suena en medio de la noche. Con un gemido violento él se oculta el rostro entre las manos. Un sollozo sin lágrimas sacude todo su cuerpo.

Sabes le dije, con toda la exuberancia de mi alegría, la de Ribert tiene una carta... ¡Ah! dijo con voz apagada. ¿Y qué dice?... Nada preciso, pero hay muchas esperanzas... ¿Nada preciso?... ¿Seguramente?... preguntó en un tono violento y temeroso a la vez. Puesto que yo te lo digo respondí extrañada al ver aquel temor incomprensible. Nadie está más interesado que yo en creer otra cosa...

Era, en el fondo, un hombre de rapiña, alegre y jovial, buen bebedor, buen amigo y en el interior de su alma bastante violento para pegarle un tiro a uno o para incendiar el pueblo entero. La madre de Martín presintió que, dado el carácter de su hijo, terminaría haciéndose amigo de Tellagorri, a quien ella consideraba como un hombre siniestro.

Clarificándose sin cesar por las asperidades del fondo y de las márgenes, la corriente que por arriba había enturbiado el violento chubasco ó los hundimientos de tierra, recobraría bien pronto su pureza si en su marcha no derribara continuamente de un lado para edificar en otro.

Al pasar junto a la Regenta la miró cara a cara, distraído, pensando en su venganza; pero ella sintió aquellos ojos en los suyos como un contacto violento. ¡Eran los celucos! ¡Así miraban los celos! Era una belleza infernal, sin duda, la de aquellos ojos, ¡pero qué fuerte, qué humana! Dejaron ama y criada por fin el boulevard y entraron en la calle del Comercio.

Ana sintió que un pie de don Álvaro rozaba el suyo y a veces lo apretaba. No recordaba en qué momento había empezado aquel contacto; mas cuando puso en él la atención sintió un miedo parecido al del ataque nervioso más violento, pero mezclado con un placer material tan intenso, que no lo recordaba igual en su vida.

Con ademán violento suelta su capa; da un salto, y se oye el golpe sordo de una caída contra la roca viva. Gertrudis, medio desvanecida, se agarra a la cadena; en el agua transparente ve pasar un bulto obscuro que desaparece en el torbellino de espuma. Un segundo después pasa otro bulto... Pasan como dos sombras delante de ella. Alza los ojos.

Retrocedió ante este terror más vago, e hizo un violento esfuerzo para confirmarse en la idea de que era un ladrón con manos, y que las manos pueden agarrar. En un relámpago, el pensamiento de Marner recorrió a todos los vecinos que le habían hecho observaciones o preguntas que pudieran ser ahora interpretadas como motivos de sospecha.

Y tan afligida como su amiga, estrechaba entre las dos suyas una de sus manos, mientras la de Butrón, sin quitarse el pañuelo del rostro, cual si la vergüenza, al par que las lágrimas, la ahogaran, tartamudeaba: Pepe..., el pobre..., es tan violento...

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