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Actualizado: 25 de junio de 2025
¿No ves que estás dando un espectáculo? ¿Estás loco? murmuró en voz bastante baja para que sólo de mí fuera oída, pero con una vivacidad en la expresión que me llenó de espanto. Aun estuve algunos momentos retenido por sus brazos; luego gané la puerta con él y al llegar a ella me desprendí de su violento abrazo.
Ocurriosele una idea singular y terrible: contárselo todo a su marido. Ignoraba lo que esto daría de sí, pero por lo pronto provocaría un escándalo. D. Pedro era violento, gozaba de gran poder y prestigio. ¿Quién sabe el destrozo que la bomba podía causar?
Para complacerle, me violento y procuro aparentar que me gustan las diversiones de aquí, las giras campestres y hasta la caza, a todo lo cual le acompaño. Procuro mostrarme más alegre y bullicioso de lo que naturalmente soy.
La fiebre biliosa reconoce ordinariamente por causa una emocion violenta, un acceso de cólera: es debida tambien á una indignacion, á la insolacion, y á veces á un enfriamiento despues de un violento calor, y presenta una fuerte escitacion sanguínea y nerviosa sin remision, pero con vómitos biliosos.
Pero no por esto sentía un odio menos reconcentrado y violento, y que no esperaba sino una ocasión para manifestarse. Desgraciadamente, la ocasión no tardó en presentarse. Como lo hemos dicho ya, hacía cerca de un año que el señor de Maurescamp estaba enamorado de Diana de Grey, joven amazona americana, que entonces llamaba mucho la atención en París.
El humo se esparcía delante del paisaje ocultándolo por momentos. El sol moría a lo lejos entre resplandores carmesíes. Una dulce serenidad se desprendía del cielo pálido. Reynoso dejó el rincón y puso su rostro enardecido al golpe violento de la brisa que se iba haciendo más fresca según se aproximaban a la sierra.
No pudo levantarse, porque al poner el pie en el suelo le asaltó terrible frío, castañetearon los dientes, y hubo de arroparse otra vez, sintiendo que el sudor se le congelaba en los miembros. Además notó agudo y violento dolor de costado, en términos que para respirar le fue preciso volverse del lado izquierdo.
Se despegó el vaporcito, alejándose con violento y grotesco cabeceo, semejante a los traspiés de un beodo. El Goethe, con el práctico en el puente, aceleró su marcha, poniendo la proa rectamente a Montevideo. Empezaron a surgir rosarios de luces entre las masas de sombra de la costa.
Oyose un violento portazo, dado ya en habitación lejana, y aquella horrible respuesta resonó en sus oídos más triste que caer de tierra sobre féretro.
Abrió en silencio dos puertas, y al abrir la exterior, Juan se volvió y quiso hablar, como si le costase un violento sacrificio separarse de doña Clara. Es tarde... adiós, señor capitán, adiós. Hasta otro día dijo doña Clara, y cerró la puerta.
Palabra del Dia
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