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Una parte del castillo había sido edificada sobre una roca, y al pie de ella corría un torrente con violencia inaudita. ¡En el fondo de aquel abismo estaba la muerte!... ¡Una muerte segura, y con ella el reposo!... Más de una vez me detuve al borde del abismo, que medía con mi vista, y dábanme intenciones de arrojarme a él... Pero, ¡Dios me contuvo!

Pero si no comprendía las palabras incoherentes que la preocupación arrancaba á su tía, veía, sin embargo, que eran de violencia y de odio. ¡Odio, rencor! ¡Cómo su bienhechora, que era para ella el ideal de la generosidad y de la bondad, podía abrigar semejantes sentimientos! ¿Y por qué prodigio aquel joven desconocido los despertaba en su corazón?

Pues entonces como si no se hubiera dado. Núñez asentía gravemente, un poco amoscado y mirando de reojo a su futura cuñada. Pero ésta no se rendía a demostraciones tan evidentes y se obstinaba en pedir, cada vez con mayor violencia y más altas voces, un poco de vergüenza para su hermana menor y unas migajitas de sentido para su señor padre.

Me aconsejáis que cometa un acto de violencia, a , que tengo un concepto tan elevado del derecho. Ya veo que, a vuestro entender, el derecho está por debajo de la fuerza. ¡Oh, las mujeres! PROSERPINA. Decididamente, Marcio, los dioses te crearon en un mal momento: eres demasiado tonto.

La escena que sigue nos ofrece á Zelora y Mahamud hablando de sus amores: tan grande es la violencia de su pasión, que discurren sin precaución alguna acerca de su criminal proyecto; es fácil, por tanto, á Razonte conocer hasta los detalles más insignificantes de la conjuración, y se apresura á descubrirla al Sultán; éste hace ahogar á Mahamud y á los demás conjurados, pero perdona á Zelora, á quien siempre ama, y le asegura que la amará también en lo sucesivo; pero ella lo trata con desprecio, rechaza su perdón, y se mata en su presencia.

Porque lo cierto era que la hermosa joven no le había dejado por ningún otro hombre, sino por seguir el áspero camino que conduce al cielo, para lo cual indudablemente debió necesitar hacerse gran violencia.

La rusa había hablado con mal contenida violencia; la rigidez de su actitud había desaparecido y su brazo extendido hacía el ademán de quien hiere y derriba.

Si el comercio fuera un robo, no habría sociedad repuso el gascón. ¿Y qué? dijo Martín. Que acabarían las ciudades. Para las ciudades están hechas por miserables y sirven para que las saqueen los hombres fuertes dijo Martín con violencia. Eso es ser enemigo de la Humanidad. Martín se encogió de hombros. Poco después de media noche, la nieve comenzó a cesar y Capistun dió la orden de marcha.

Un buen rato lucharon y retozaron como dos cachorros por el campo. Andrés, no pudiendo de ningún modo acercar los labios al rostro de la zagala, por primera vez perdió el respeto que la tenía y trató de hacer uso brutal de las manos. Rosa se formalizó de repente y le rechazó con violencia. Pero él, sin hacer caso de esta vigorosa advertencia, se obstinó en el primer intento.

La señora Hellinger desconfiaba de él, le decía en su cara que siempre había maquinado intrigas con la muerta, y a sus espaldas agregaba que, si no hubiera prescripto soluciones de morfina de una violencia inconsiderada, la pobre Olga habría vivido en paz mucho tiempo todavía. Poco faltaba para que echara sobre el viejo amigo de la casa la responsabilidad de la muerte de su sobrina.