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Actualizado: 14 de mayo de 2025
No fué en este viaje ni en el anterior continuó el hombre de mar . Me encontré con él dos días antes de la última Navidad. Yo, en invierno, me dedico á la pesca: soy propietario de una pareja de barcas del bòu... Estábamos cerca de las islas Columbretas, cuando de pronto vimos aparecer un submarino cerca de nosotros.
Por fin, después de momentos en que no brilló la paciencia cristiana, vimos aparecer nuestras bestias, que, bien pronto ensilladas, nos permitieron emprender viaje. Partimos todos juntos. Rompían la marcha las dos hijitas del ministro inglés, Mimí, de 6 años y Dizzy de 5, dos de aquellas criaturas ideales que justifican el nombre de «Nido de cisnes», que el poeta dio a la isla británica.
Despues de comer, salimos por el N 51° O, y a las 2 leguas de terreno como el de la mañana, hicimos noche en el campo, habiendo pasado la cañada que circunda el fortin. A las diez de este dia entramos en el Fortin de Navarro, que es igual á los anteriores. En el camino vimos al SO la Laguna de Colis.
A aquella hora avanzada del día estaba siempre de mejor humor del que le vimos en el almuerzo, y se sentía muy satisfecho al cumplir con el deber, hereditario en su familia, de mostrarse protector ruidoso y jovial.
Como no vimos la bala, comenzamos a reír, satisfechos y hasta orgullosos de que nos avisasen tan ruidosamente. Otro cañonazo, pero esta vez con malicia. Nos pareció que un gran pájaro pasaba silbando sobre la barca, y la antena se vino abajo con el cordaje roto y la vela desgarrada. Nos habían desarbolado, y al caer el aparejo le rompió una pierna a uno de la tripulación.
Lo mismo sucede en las discusiones de mujeres; hasta entonces nos habíamos esforzado por calmar a las señoras, pero esto no servía sino para enfurecerlas más; nos vimos arrastrados en la cuestión; el caballero de al lado me trató de idiota, y yo le califiqué de «rastacuero»; revolotearon los epítetos; con ademán simultáneo nos tiramos los platos a la cabeza; yo le obsequié con un cangrejo a la americana; él me envió mollejas de ternera; nos separaron; cambiamos las tarjetas, y luego nos plantaron a los cinco en la calle.
Débil y blanquecina claridad azuló el cielo antes negro. Volviendo atrás nuestros ojos, vimos la irradiación de la aurora, un resplandor que surgía detrás de las montañas; y mirándonos después unos a otros, nos vimos, nos reconocimos, observamos claramente a los de la segunda fila, a los de la tercera, a los de más allá, y nos encontramos con las mismas caras del día anterior.
Sintiéndonos poco dispuestos á llevar nuestra curiosidad hasta el extremo de exponer la vida en la travesía de toda la nevera, vimos al pastor protestante alejarse con su animosa hija, marchando lentamente, apoyados en sus largos bastones y escalando los bancos ó colinas de hielo para pasar al lado opuesto del golfo congelado y descender por otra via.
A su lado estaba la mujer demacrada, pálida y huesuda que vimos en la buñolería algunos meses antes, y que había permanecido al lado de su ama, como uno de esos cortesanos de la desgracia que con menos mérito alardean de fidelidad en esferas más altas. A primera vista la mujer aquella parecía imagen de la Muerte esperando su presa.
En los mojos de aquestas cañas vimos, Con agua bien sabrosa, mas gusanos, Ni dentro ni de fuera los sentimos En toda la montaña ni en los llanos. Las cañas por cumbreras las pusimos, Con tener otros palos muy cercanos, Mas no habia que temer, que la corteza Tenian de terrible fortaleza.
Palabra del Dia
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