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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
La ciudad estaba completamente embanderada; yo seguía absorto de la mano de Alejandro, que, caminando con desdeñosa indiferencia, procuraba quitarle la vereda a todo aquel en quien él creía encontrar un transeúnte alegre. Entramos a la plaza Victoria; frente a la Policía se levantaba un arco adornado con banderas patrias y grandes palmas de sauce llorón.
De ella pudiéramos acusar á Felipe II, si dijo como se cuenta al saber la victoria de Lepanto, mucho ha aventurado D. Juan: pero la magnanimidad del mismo monarca se manifiesta cuando atribuye á los elementos desencadenados, y no al poder de sus enemigos ni á la torpeza de sus generales, la pérdida de la Armada invencible.
La chispa saltó, y la lucha era inminente; pero tan desigual, que los cuatro mozos no quisieron arriesgarse á ella, volvieron las espaldas y apretaron á correr, unidos siempre, dirigiéndose á la calle de la Victoria.
Iba a hacer lo mismo con la perruca, después de asegurar a Pito que «aqueyu» no tenía costura ni remedio posible, porque había quedado «vacía por aentru», como a la vista estaba; pero Pito quiso dar mejor destino que el de los oseznos al cadáver del pobre animalejo, tan inicuamente sacrificado, y propuso que le enterráramos en la sierra; y a ello asentimos de buena gana Chisco y yo. ¡Puches, cómo amargaba a Pito aquella pesadumbre el placer de la victoria!
Indiferente no; pero quien tanto ha luchado y tanto ha vencido, no podía de ningún modo comprometer su victoria. Soy la misma ahora que cuando fui por primera vez a los Cigarrales a pasar los mejores días de mi vida.... La menor duda de usted sobre esto será para mí una ofensa.
Y como ya de una y otra parte se habia llegado á los golpes de alfanjes y espadas, en que los nuestros tenian tanta ventaja por las armas defensivas, luego se comenzó á inclinar la victoria por nuestra parte.
Admitiendo esto como cierto, fácilmente puede ser comprendida y apreciada la personalidad de don Juan de Todellas, caballero madrileño y contemporáneo nuestro, cuya manía consiste en cortejar y seducir el mayor número posible de mujeres, con una circunstancia característica: y es, que así como hay quien se deleita y entusiasma con las ciencias, no en razón de las verdades que demuestran, sino en proporción del esfuerzo que ha menester su estudio, así don Juan, más que en poseer y gozar beldades, se complace en atraerlas y rendirlas; por donde, luego de lograda la victoria, viene a pecar de olvidadizo y despegado, entrándosele al alma el hastío en el punto mismo de la posesión.
El conde Don Pedro Bélez, La fortuna adversa del Infante>, Fernando de Portugal: págs. 95-145. Nuestra Señora de la Peña de Francia, El León apostólico y Cautivo coronado, El esclavo fingido, D. Manuel de Sosa y Naufragio prodigioso y El Príncipe tocado: páginas 171-270. El buen vezino, págs. 204-221. El prodigio de Etiopía. La victoria de la honra. El valor perseguido y traición vengada.
Los príncipes y señores orientales, cuando la victoria encumbraba a los portugueses, se postraban ante ellos y se les sometían medrosos; pero la sumisión era insegura y falsa. De aquí que el imperio portugués en la India fuese más brillante que sólido.
Llegó la voz del peligro en que estaba Galípoli á nuestro ejército, que se venia retirando á sus presidios, después de la victoria que se alcanzó contra los Masagetas, y temiendo perderle antes de ser socorrido, apresuró el camino, y llegó dos dias después que los genoveses se embarcaron vencidos.
Palabra del Dia
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