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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
No, señora exclamó ofendido en su orgullo dinástico ; su majestad la reina de España, doña María Victoria. ¡Ya!... dijo Currita . ¿Y qué tengo yo que ver con los sentimientos de esa señora?...
Cuando tras tanto penar llegas, cubierto de gloria, á gozar de la victoria al amor de nuestro hogar, dime: ¿Qué negro pesar turba, hermano, tu alegría? ¿Qué negra melancolía te entristece á nuestro lado? ¡Ay, Julián! ¡Que me ha olvidado la mujer que yo quería!
Tambien sabes que llegó En tan dulce coyuntura Esta fuerte guerra dura, Por quien mi gloria cesó. Dilatose el casamiento Hasta acabar esta guerra, Porque no está nuestra tierra Para fiestas y contento. Mira quan poca esperanza Puedo tener de mi gloria, Pues está nuestra victoria Toda en la enemiga lanza.
Aprovechó la ocasión Gillespie para preguntar algo que le traía preocupado desde que supo la gran victoria de las mujeres. ¿Cómo habían conseguido las vencedoras, dedicadas la mayor parte del tiempo á los asuntos públicos, emanciparse de la servidumbre de la maternidad?
Entiéndase de la época de Fernando VII. Dos de estas recordamos, la de la puerta de Sevilla, y otra que se halla entre la puerta de Almodovar y la de Gallegos, frente al convento que fué de la Victoria.
La reedificó el canónigo Diego Sanchez de Castro en el año 1497, y no se sabe quién la fundó. Su situacion es contigua á la de Sta. Inés, contra el muro de mediodia, en los dos tramos últimos de la undécima nave principal. Capilla de los Stos. Acisclo y Victoria.
Y en efecto, ese espíritu que dominaba a toda su tentativa revolucionaria, se vio reproducido en el momento de la victoria al final de la guerra de Cuba. Y aun cuando en ello me repita, quiero consignar una cosa que consignara también allá en Matanzas, en la oportunidad a que antes me refería.
Estos triunfos atenuaron en Francia la pérdida de Trafalgar; el mismo Napoleón mandó a los periódicos que no se hablara del asunto, y cuando se le dio cuenta de la victoria de sus implacables enemigos los ingleses, se contentó con encogerse de hombros diciendo: «Yo no puedo estar en todas partes».
La guerra de independencia empezó en el Ecuador el 10 de agosto de 1809, fecha en que los ciudadanos destituyeron al gobernador español y organizaron una junta revolucionaria, aunque no ganaron la independencia hasta 1822, año en que el general Sucre obtuvo una completa victoria sobre las tropas españolas en la batalla de Pichincha.
Tres minutos después, Isidora se unía a don José en la esquina de la calle, y marchaba hacia su casa con el alma llena de turbación, alegre de la victoria y triste de la pobreza, satisfecha y desconcertada, diciendo para sí: «Me ofende por que soy huérfana, y me insulta porque soy pobre; y a pesar de todo...». Capítulo XIV Navidad
Palabra del Dia
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