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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
Dupont, que había traído artistas de Sevilla para decorar la iglesia, y encargado a los santeros de Valencia varias imágenes deslumbrantes de colorines y oro, sintió cierto remordimiento ante la antigua casa de los viñadores, no atreviéndose a tocarla. Tenía mucho carácter; equivalía a un atentado rejuvenecer con reformas este refugio de los braceros.
Y se quejaba amargamente del descuido de los de arriba, como si el ejército de España tuviese por única misión guardar a los ricos de Jerez para que viviesen tranquilos, y equivaliese a una felonía el no llenar calles y campos de pantalones rojos y brillantes bayonetas, apenas los viñadores mostraban cierto descontento.
No es ménos curiosa la Fiesta de los viñadores, que estos celebran cinco ó seis veces en cada siglo, en las épocas de grandes cosechas, fiesta que, según nos contaron, ofrece las mas singulares escenas de costumbres, y tiene cierto carácter pagano que la hace muy original en la época presente. Losana y sus cercanías. Sus monumentos é institutos. De Losana á Iverdun. Iverdun. El lago de Neuchâtel.
Y para huir de la tristeza que les habían infundido estas palabras, torcieron el curso de la conversación, hablando de la fiesta que don Pablo había organizado en Marchamalo para dentro de unas horas. Los viñadores, que todos los sábados marchaban a Jerez al caer la tarde para ver a sus familias, estaban durmiendo cerca de allí.
Pero el señor Fermín se aburría en su retiro, sin poder hablar más que con los viñadores, que le trataban con cierta reserva, o con su hija, que prometía ser una buena moza, y sólo pensaba en el arreglo y admiración de su persona.
Vamos a bailar agarrados como la gente fina. Las muchachas, turbadas por el vino, se cogieron unas a otras o cayeron en los brazos de los viñadores jóvenes. Todos comenzaron a dar vueltas, al son de la guitarra. El capataz y los acólitos de don Luis, acompañaban el ritmo chocando botellas vacías o golpeaban el suelo con sus bastones, riendo como niños de esta habilidad musical.
Quedaban en Marchamalo muy pocos viñadores, pero Dupont había sustituido a los huelguistas con gitanas de Jerez y muchachas venidas de la sierra al cebo de los jornales abundantes.
Para esperar al guarda que ha de venir en nuestra busca, entramos en el Mas-de-Giraud, una antigua granja de los señores de Barbentane. En la cocina alta, y alrededor de una mesa están todos los hombres de la hacienda, labradores, viñadores, pastores, zagales, graves, silenciosos, comiendo despacio, servidos por las mujeres, quienes comerán después. No tarda el guarda con la carretilla.
No tardó en sonar una campana, y un momento después los obreros desfilaron por el camino. Viñadores de Borgoña; labradores kabilas con fez rojo; peones mahoneses, con las piernas al descubierto; malteses y luqueses; todo un pueblo heterogéneo, difícil de dirigir. El hacendado, ante la puerta, distribuía a cada uno de ellos su tarea de la jornada, con voz breve y algo dura.
Los viñadores, rígidos en su doble fila, se quitaron los sombreros saludando al amo. Dupont sonrió satisfecho, y el sacerdote hizo lo mismo, abarcando en una mirada de protectora conmiseración a los jornaleros. Muy bien dijo al oído de don Pablo con acento adulador. Parecen buena gente. Ya se conoce que sirven a un señor cristiano que les edifica con buenos ejemplos.
Palabra del Dia
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