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Actualizado: 20 de septiembre de 2025
Después, con caras de malhumor, fueron saliendo a la explanada los viñadores, obligados a permanecer en Marchamalo para asistir a la fiesta. El cielo se azuleaba sin la más leve mancha de nubes. En el límite del horizonte una faja de escarlata anunciaba la salida del sol. ¡Buen día nos dé Dios, cabayeros! dijo el capataz a los jornaleros.
Unos verdaderos sibaritas los tales viñadores; ¿y aún se quejaban y exigían reformas amenazando con la huelga?... En el Caballista, los que eran propietarios de las viñas mostrábanse enternecidos por repentina piedad, y hablaban de los gañanes de los cortijos. ¡Aquellos pobrecitos sí que eran merecedores de mejor suerte!
Los amos y los criados, los ricos y los pobres unidos todos en Dios, amándose con fraternidad cristiana, conservando cada cual su jerarquía y la parte de bienestar que el Señor hubiera querido concederles. Los viñadores caminaban apresuradamente. Algunos corrían para adelantarse a sus compañeros, llegando cuanto antes a la ciudad. Desde la noche anterior que les esperaban en Jerez.
¡Nooobis! rugían los viñadores, con burlescas inflexiones de voz, sin perder la gravedad de sus caras atezadas. ¡Sancte Barnaba!... ¡Obis! ¡obis! contestaban a lo lejos los jornaleros. El señor Fermín, aburrido también de la ceremonia, fingía enfadarse. ¡A ver! ¡que haya formaliá! decía encarándose con los más audaces. Pero, condenaos, ¿no véis que el amo va a conosé que le tomáis er pelo?...
Palabra del Dia
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