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Ahí tienes lo que nos traes con tu charla dijo la madre. El hombre que había hablado entró en la habitación. Tenemos un huésped, Juan dijo la posadera al recién llegado, que inmediatamente se quitó la gorra. Pero al verme retrocedió un paso, como ante una aparición. ¿Qué tienes, Juan? preguntó la mayor de las jóvenes. Este señor es un viajero, que viene a ver la coronación.

Anda, vejestorio inservible decía bajando las escaleras, mírame, muérdeme; no te daré el gusto de verme en el suelo. Todavía puedo levantarme... el doctor es una gran palanca; ¡que no renuncie antes de fin de mes, y la victoria será mía! ¡Qué casualidad! Cuando iba a tomar su coche, pasaba precisamente Jacintito.

Una noche, al retirarme tarde del escritorio, don Benito me esperaba en la puerta de la calle con evidentes manifestaciones de sobresalto. Y... me dijo al verme, ¿qué ha sucedido hoy en lo de don Eleazar? Nada le contesté, el día ha sido como el de ayer, sin novedad. ¿Sin novedad? ¿Pero usted embroma o es tonto? me replicó mirándome fijamente al rostro.

La verdad es, acá entre nosotros, que Miguel no sabe ni puede comprender lo que es un caballero. ¿Y usted? dije riéndome en sus barbas. Yo . Corriente: pues le daremos a usted la cuerda. Lo malo es que no vivirá usted para verme ahorcado con ella observé. ¿Me hace Vuestra Majestad el honor de buscarme querella? Para eso sería preciso que tuviera usted siquiera algunos años más.

El infeliz deudor hacía de tripas corazón, y poniéndole cara risueña, convidábale a tomar algo; mas el usurero le daba las gracias, y si tenía ocasión le soltaba indirectas tan suaves como esta: «Mire usted que no puedo más. Siempre me está usted diciendo que la semana que entra, y francamente... sentiré verme obligado a dar un paso que...».

, todo está igual; yo sólo soy diferente, yo sólo he variado; era un niño, soy un hombre; era un ingenuo, soy un desengañado y un melancólico. He vivido en medio de los acontecimientos, y los acontecimientos me han escamoteado la vida. Algunas veces me miro en el espejo y, al verme viejo y cambiado, me digo a mismo: ¡Ah!, pobre hombre. Tu juventud se fué.

No te diré que tenga miedo, propiamente miedo, a ese vocerío que no calla día ni noche; pero es la verdad que a estas horas quisiera verme algo más acompañado de lo que me veo en la soledad en que me hallo.

Un día, hace apenas tres, el señor alcalde vino a verme a mi casa, me llamó aparte y me dijo: Hermano cura, necesitamos mi familia y yo de la bondad de Vd., porque tenemos un asunto grave, y en el que se juega tal vez la vida de una persona que queremos muchísimo. ¿Pues qué hay, señor alcalde? le pregunté asustado.

Si un día creyese que podía causarte pena, que no me merecía un hombre como , te gorvería la espalda y me ajogaría de tristeza al verme sin ti: pero aunque te pusieras de rodillas fingiría haberme olvidado de tu cariño. Ya ves, pues, si te quiero...

No podía verme; me había despedido: ¡a , que era su barbero; a , padre de cinco hijos y que no tenía otra fortuna que mi destino!