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aquí lo que dije al escribir su biografía: «Sin aceptar el tiranicidio como doctrina absoluta, sin creer que un puñal pueda operar una revolucion social, y sin participar del entusiasmo poco reflexivo que ha colocado una corona sobre las sienes de Bruto matador de Julio César ¿quién es aquel que llamaria bárbaro y criminal al brazo levantado contra Rosas? ¿Quién aquel que reputaria inmoral la accion de acabar con una existencia manchada por el crímen, de paralizar una mano apta tan solo para el degüello, y de librar á la sociedad ultrajada de un verdugo que ha conculcado las leyes humanas y divinas?

Señor, en nombre del Cielo, piense que el desgraciado espera la muerte... LA MULTITUD. ¡Viva el alcalde! ¡viva el rey absoluto! EL ALCALDE. Ya has oído, obra. EL GITANO. ¡Por fin! EL VERDUGO. ¡No, señor! EL ALCALDE. ¡Cómo! EL VERDUGO. Me han hecho venir de Córdoba para dar garrote al reo, pero no para cortarle la mano.

La primera vez que tropezó con él Alvaro Peña en la Rúa Nueva, a las doce del día, le llenó de denuestos, y lo que es peor, le llenó la cara de dedos. La corrección fué tan vergonzosa, tan humillante, que Sinforoso, que no pecaba de bravo y altanero, concibió contra su verdugo odio feroz y un deseo punzante de venganza.

«Prenderéis a don Juan de Lanuza, y hacedle cortar luego la cabeza», tal era la orden manuscrita de Felipe Segundo. ¿Y quién me condena? había preguntado el Justicia al oír la lectura de la sentencia. El Rey mismo le respondieron. Nadie puede ser mi juez replicó sino Rey y reino juntos en Cortes. Al otro día el primer magistrado de Aragón era degollado por mano de verdugo.

Se le ve en la cara el odio que guarda á su verdugo, y á la verdad, me placen los hombres que saben preparar una venganza justa y mostrar un poco de hiel cuando llega la ocasión. ¿No sería más humano y más noble mostrar un poco de amor al prójimo? preguntó Roger. Sermoncico tenemos, dijo Simón.

Al tiempo que en la horca esta subido, De su conciencia y alma temeroso, Pública como en todo habia mentido Por medio del tormento riguroso, A voces testimonio fué pedido De aquello que allí dice, y el furioso Verdugo le colgó, que está compuesto Que hiciese el oficio muy de presto.

Usted ha trabajado, ha luchado con enérgica constancia... y como yo, tiene usted cuentas que arreglar con la sociedad; su hermanito fué asesinado, á su madre la han vuelto loca, y la sociedad no ha perseguido ni al asesino ni al verdugo. Usted y yo pertenecemos á los sedientos de justicia, y, en vez de destruirnos, debemos ayudarnos.

Aunque sea hijo del sol, Aunque de tus grandes uno, Aunque el primero en tu gracia, Aunque en tu imperio el segundo, Que esto soy y éste es mi agravio; Este el ofensor injusto; Este el brazo que le ha muerto, Este divida el verdugo; Pero en tanto que mi cuello Esté en mis hombros robusto, No he de permitir me agravie Del Rey abajo, ninguno.

Eligió cada cual su tronco, en la seguridad de que lo mismo podía servirle de amparo que de verdugo; y allí se estuvieron, encomendándose a Dios y respondiendo a las preces que en voz resonante le dirigía don Sabas, pidiéndole por la vida de todos, aunque fuera al precio de la suya propia.

Cuando se emprendió por primera vez el reconocimiento del Colorado, el gefe de mas séquito de estas parcialidades era el famoso Chanel, ó Cacique Negro, que fué por muchos años el terror de nuestra provincia: Villarino estrechó relaciones íntimas con él, sin sospechar que debia ser su verdugo. Reservamos los detalles de esta tragedia para nuestro discurso preliminar á la navegacion del Rio Negro.