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Únicamente por un esfuerzo de voluntad y altivez pudo el marqués seguir hasta el fin la narrada conversación que fue para él interminable suplicio, y tanto, que más de una vez tuvo que hacer un llamamiento a su razón para no acusar a Fabrice de verdugo, despiadado e irónico... En vano le había afirmado el artista con palmaria sinceridad que Beatriz ignoraba su pasión; ¿qué sabía el pintor?

Cumpliendo en las galeras la condena que se le impuso después del auto de fe murió Onofre Bartola, y así tuvo fin la airada vida de aquel ejecutor de la justicia, que fué á la par reo y verdugo.

No dijo nada mientras le miraba. Después volvió a su asiento y estuvo un rato con la mirada perdida entre los ramos de la colcha, ligeramente fruncido el ceño. «Se parece a tu verdugo. Lo malo no perece nunca. La maldad engendra y los buenos se aniquilan en la esterilidad». iv

Alguna fuerza hicieron en el ánimo de don Juan estas razones, i por ellas mandó suspender la ejecucion del castigo de Fernan Martin, reduciéndolo nada mas que á la pérdida de una mano, cortada públicamente por la del verdugo.

Viendo la ascensión del fraile, los contrabandistas, que esperaban en la playa, habían gritado gloria in excelsis y se habían arrodillado, creyendo que era un milagro; pero el filósofo rió mucho de su simplicidad. Cuando el nuevo Icaro estuvo de pie, midió con la vista al gitano con el aire más digno y más despreciativo que le fue posible, casi como el mártir mira a su verdugo.

Los alguaciles, los tenientes y otros religiosos le mostraron todos a un tiempo la pila de leña preparada para el suplicio. Ella volvió a menear del mismo modo la cabeza. Entonces, el dominico, asiéndola de los hombros, la empujó hacia el verdugo.

Cualquiera diría que no rompe plato, y es capaz de sacarle los ojos al verdugo Grano de Oro. ¿Si no conoceré yo las uvas de mi majuelo? ¿Conque te apestan las barbas? ¡Miren a la remilgada de Jurquillos, que lavaba los huesos para freírlos! ¡Pues has de ver toros y cañas como yo pille al alcance de mis uñas al barbilampiño que te baraja el juicio!

¡Que el diablo le lleve! dijo el paciente dando un brinco sobre su asiento . La plaza de verdugo está vacante en Córdoba, ¡por Cristo! usted puede obtenerla, porque tiene excelentes disposiciones para abrir la garganta a los cristianos. Y enjugó con la punta de su corbata la sangre que salía de su herida.

Finge que te ausentas por dos o tres días, como otras veces sueles, y haz de manera que te quedes escondido en tu recámara, pues los tapices que allí hay y otras cosas con que te puedas encubrir te ofrecen mucha comodidad, y entonces verás por tus mismos ojos, y yo por los míos, lo que Camila quiere; y si fuere la maldad que se puede temer antes que esperar, con silencio, sagacidad y discreción podrás ser el verdugo de tu agravio.