Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 19 de junio de 2025
Hasta se echó varias veces la escopeta á la cara, queriendo disparar los dos tiros contra las ventanillas de la cambra, deteniéndole únicamente el miedo á quedar desarmado. Su cólera iba en aumento: rugía los insultos; sus ojos inyectados ya no podían ver; se tambaleaba como si estuviera ebrio.
El altar mayor y todo lo que cerca de él había se designaba mejor por la claridad que caía de las ventanillas de la cúpula; pero desde allí hasta el fondo, donde yo me hallaba, las sombras se iban espesando. Permanecí indeciso hasta que la monja, sacando un fósforo, me señaló con el dedo unos reclinatorios de terciopelo rojo que había arrimados a la pared del fondo.
D. Laureano Romadonga iba de paseo en la misma dirección en compañía de su querida; una nodriza delante llevando en brazos un niño. La chula vestía ya de señora con capota y sombrilla: no le sentaba mal. Por iniciativa de Rivera, al tiempo de cruzar a su lado sacaron todos la cabeza por las ventanillas y gritaron: ¡Adiós, D. Laureano! ¡Adiós! El viejo seductor saludó visiblemente molestado.
Por su parte, los viajeros negros, que saben lo de las garantías y no ignoran que se acercan también á la zona del peligro, declaran á voz en cuello que Estenoz é Ivonet son un par de sinvergüenzas. Se sale de Alto Cedro. ¡Qué momento! Se apagan las luces del tren. Los soldados de la escolta se forman en línea de batalla junto á las ventanillas; la locomotora marcha á paso de tortuga...
A lo lejos, en el valle, se dibujaban con una limpidez extraordinaria las flechas de los abetos, los lomos rojizos de las rocas, los tejados de los caseríos, con sus estalactitas de hielo pendientes de las tejas, sus ventanillas centelleantes y sus agudos mojinetes.
Mas, contra lo que esperaba, no sucedió; antes se abalanzaron todos hacia las ventanillas, con la misma curiosidad y anhelo que si nunca la hubieran visto. Y eso que la mayor parte eran naturales y vecinos de la provincia.
A la entrada estaba el escritorio, con su pantalla y sus ventanillas con letreros. Una parte estaba destinada al comercio y la otra al despacho de buques. Antes de entrar en las cuevas se pasaba por un vestíbulo, en donde había unas grandes balanzas colgadas del techo.
Y todo ese conjunto informe, semejante á un inmenso monton de peñascos despedazados, dominado por algunas cúpulas moriscas, por una infinidad de azoteas y miradores irregulares, enclavados sobre hileras de ventanillas y troneras y de lienzos de muros dentellados. Al derredor de lo que fué la Valencia moruna está la Valencia española y los arrabales.
Era una patrulla de «colorados». El jefe habló con el mayoral. «¿Qué llevas ahí?» Y al saber que no llevaba otro pasajero que un pobre muchacho español, algunos jinetes avanzaron su cabeza por las ventanillas. «¡Ah, galleguito; «blanco» de mier... coles! ¡Déjate crecer el pelo para que te cortemos mejor la cabeza cuando seas grande!...» Lo decían riendo; pero yo, que sólo tenía trece años, me acurruqué en un rincón y deseaba meterme debajo del asiento.
¡Qué fierecilla! ¡Cómo hinchaba las ventanillas de su nariz, y qué fuertemente respiraba, y qué enérgica expresión de voluntad tomó su fisonomía! Todo esto lo pudo observar la Sanguijuelera sin dejar su ocupación. Amoscándose un poco, le dijo: «¿Sabes que estás cargante, sobrina, con tus colegios y tus charoles?
Palabra del Dia
Otros Mirando