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Actualizado: 3 de junio de 2025
10 El que guiña el ojo acarrea tristeza; y el que habla locuras caerá. 11 Vena de vida es la boca del justo; mas la boca de los impíos cubre la iniquidad. 12 El odio despierta las rencillas; mas la caridad cubre todas las maldades. 21 Los labios del justo apacientan a muchos; mas los locos con falta de entendimiento mueren.
No hablaba el Conde, sin embargo, porque estaba ensimismado e imaginativo. El poeta, por lo regular era quien hacía el mayor gasto de palabras cuando no hablaba el Conde. Aquella noche el poeta estaba en vena. Charlaba mucho, decía mil jocosidades, se las reían, y él era de los que se embriagaban con hablar y con ser aplaudidos, más que bebiendo vinos y licores.
Y se acercaba á él y le pasaba con delicadeza la mano sobre la cerviz. Bartolo gruñía. Estaba Celso en vena de humor jocoso y bromeaba imitando, en cuanto le era posible, el acento, la desenvoltura y el donaire que había admirado en sus compañeros de cuartel allá en Sevilla. Era su dulce manía.
Creo que Dios te toca en el corazón dijo la dama guiñando los ojos, y poniendo sobre la cabeza del triste caballero su mano derecha, en la cual tenía el libro de misa y el rosario . No tienes tú cara de bromas. Alguna procesión muy grande te anda por dentro. Y si otras veces te da la vena por decirme herejías y hacerme rabiar, no creas que te he tenido por malo.
Hay personas que al jugar se enojan o aturden, y obran conforme al estado del ánimo, de tal manera, que es fácil sorprenderlas y dominarlas. Quizá la quisicosa indefinible que llaman vena, racha o cuarto de hora no es sino la superioridad de un hombre sereno y lúcido sobre muchos ebrios de emoción.
En el pórtico de la iglesia de San Ignacio Miní hay tres de estas losas, que la mayor tiene más de quince pies de largo y diez de ancho, y las otras dos son poco menores. Otra especie de piedra hay muy tosca, pero facilísima de labrar, y según su peso y algunas señales de ella parece vena de fierro, y es la que más comúnmente se emplea en las paredes de los edificios.
A las seis me iba yo a la plaza para oír a la señorita Fernández; pero cuando la discusión se prolongaba hasta las siete, me hacía yo el sueco y me quedaba oyéndola. Un día Quintín estaba de vena. Se hablaba de las costumbres de Villaverde. Porras las censuraba con la mayor acritud; el abogado las defendía, y Linares decía que habían variado mucho, y que él no se explicaba el cambio de ellas.
Como sus tipos mejores, Capus estaba cierto de que los años venideros desvanecerían la oscuridad en que la indiferencia del presente dejaba su nombre, y entretanto continuó estudiando, aguardando lo que él mismo llamaba más tarde la ocasión, «la vena». Alfredo Capus no sobresale como creador de caracteres; este dón, inagotable en Balzac, lo disfrutan muy pocos.
Su rostro iluminose por un rayo de esperanza, y añadió, con tono más dulce: Mi anciano tío de Poitiers, en su última enfermedad, se hizo inyectar cien gramos de sangre bretona en la vena cefálica mediana: un antiguo servidor prestose a suministrársela.
Y como si esta palabra fuera el tapón de su ira, tras ella corrieron en vena abundante las quejas por lo que el chico había hecho aquella mañana. «Y no quiero hablar ahora del motivo añadió ella ; de esa moza que te has echado... y que sin duda empieza por pegarte su mala educación. Voy a la patochada de esta mañana. ¿Crees que tu tía es algún trapo viejo?».
Palabra del Dia
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