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Actualizado: 22 de junio de 2025


Del tiempo en que estaba preso el ínclito Onofre he encontrado la curiosa noticia en el Archivo Municipal en la Carpeta 39 de Acuerdos para librar de 1699 y que puede servir de dato para ilustrar la vida del azotado verdugo: «En la muy noble y leal ciudad de Sevilla, en sábado 11, días del mes de Abril de 1699, en el Cabildo que la ciudad tuvo y celebró este día en que se juntaron sus señorías el señor marqués de Valdehermoso, Asistente de esta ciudad y algunos de los caballeros veinticuatro y jurados según costumbre, fué leído un memorial dado por Onofre Bartola en que dice está ejerciendo el oficio de ejecutor de la justicia y que se halla preso en la cárcel real, y sumamente pobre, suplica á la ciudad lo admita por tal ejecutor, señalándole lo que es estilo y socorriéndole por ahora con lo que la ciudad fuese servido, en que recibiría merced; y visto por la ciudad y por su señoría el señor Asistente se acordó de conformidad remitir el dicho memorial á los señores tenientes para que hagan informe sobre su contenido y que al dicho Onofre Bartola se le diesen por ahora cien reales por cuenta del salario de ejecutor de la justicia que se le hubiere de señalar, siendo á propósito para ello y que se tenga presente en la contaduría esta libranza para cuando llegue el caso, etc

No hubo modo de despertarle, y permaneció traspuesto cerca de veinticuatro horas. Cuando Morsamor volvió a su acuerdo, la nave estaba en alta mar, lejos de Melinda, y navegando con viento favorable hacia las distantes playas de Malabar.

Con sus dos primeras balas atravesó el estrecho círculo negro que rodeaba el punto blanco central; su última bala se alojó en la mosca misma. Tenía, pues, veinticuatro puntos contra veintidós. Fabrice estaba condenado.

Dígote, amigo Jargul exclamó por lo bajo uno de los curiosos que estaban viendo el extraño espectáculo en la calle de Elvira, volviéndose a otro moro que al lado tenía , que en menos de veinticuatro horas hemos visto dos procesiones caprichosas, sin alcanzar a ver las dos misteriosas personas conducidas en ellas.

Hacía casi veinticuatro horas que estaba sonando para él la trompeta del juicio final. Su hermano muerto, su corazón amargado; su cocina, que constituía para él la mitad de su alma, abandonada. Y además de esto, metido en enredos trascendentales, de los cuales no sabía cómo salir; amenazado casi con la Inquisición... La cabeza de Francisco Martínez Montiño era un hervidero.

Sonar la falsa tos, rechinar el hierro y abrirse la puerta, apareciendo en ella el galán, fue obra de un momento. A estar Cristeta menos enamorada, habría podido, durante las veinticuatro horas transcurridas desde la entrevista anterior, reflexionar sobre la conducta que le convenía seguir; pero ya no discurría tan frescamente como al salir de Madrid.

A los pocos pasos temblaba interiormente con las vacilaciones del miedo. ¡Si iría a repetirse la escena de la mañana!... Pero no; el recuerdo de la noche anterior le daba confianza. Aún no habían transcurrido veinticuatro horas, y noches como aquélla no se olvidan fácilmente. Su orgullo varonil le infundió valor. Seguramente ella se había retirado para esperarle.

A las diez o poco más comía la chiquita su sopa y era la risa del mundo verla con el hocico embadurnado de puches, empeñada en coger la cuchara y sin acertar a lograrlo. ¡Estaría tan mona! Resolvió bajar; al día siguiente le sería fácil colocar mejor su sombrero y resolver la marcha. Por veinticuatro horas más o menos....

Las hojas deben someterse por lo menos durante veinticuatro horas a la acción del calor.

¡Aquí debe ser! grité con ansiosa anticipación, parándome e inspeccionando rápidamente el paraje. En las instrucciones dice que hay que bajar veinticuatro escalones. Supongo que debe querer significar escalones hechos en la roca; es preciso que los encontremos. Y ambos empezamos a buscarlos con todo interés, pero no pudimos descubrir ninguna huella en medio de aquella enmarañada vegetación.

Palabra del Dia

rigoleto

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