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Del perro los ladridos, de las aves el trino, del calao la voz ronca sólo se oyen allí; no hay hombre vanidoso ni importuno vecino que se imponga a mi mente, ni estorbe mi camino; sólo tengo las selvas y el mar cerca de . ¡El mar, el mar es todo!

Ni marido pobre de mujer acaudalada, ni yerno de suegra intolerante, ni protegido por rico vanidoso, se vieron nunca tan privados de libertad como el mísero don Quintín a partir de aquel día en que doña Frasquita se enteró del devaneo que su esposo traía entre manos; porque la aventura con Mariquita, que para él fue simple pecado de pensamiento, semejante a la delectación morosa que dicen los teólogos, a la vieja le pareció adulterio consumado.

Aquel tono malhumorado que usaba se veía bien que procedía de su temperamento, no de un espíritu vanidoso. Le pregunté por el patrón y le hablé de su invención famosa. ; es un loco mientras no se llegue a los céntimos me respondió. En cuanto llega a los céntimos su razón se aclara de repente, y no hay hombre más lúcido en media legua a la redonda.

Por lo tocante á lo primero, conviene recordar lo que se ha dicho sobre la veracidad; añadiéndose dos advertencias: . que la desconfianza de la fidelidad de los cuadros debe guardar alguna proporcion con la distancia del lugar de la escena, por aquello de: luengas tierras, luengas mentiras; . que los viajeros corren riesgo de exagerar, desfigurar, y hasta fingir, haciendo formar ideas muy equivocadas sobre el pais que describen, por el vanidoso prurito de hacerse interesantes, y de darse importancia, contando peregrinas aventuras.

Sin tener mucha imaginación, tenía la bastante para figurarse a su mujer, que no había tenido sino frialdades y desprecios para él, abandonándose en brazos de otro a los vivos transportes de la pasión, y esa imagen, desagradable para cualquier otro, lo era en supremo grado para un hombre vanidoso, altanero, y tan engreído y sanguineo como era el señor de Maurescamp.

Calle de Sacristía núm. 954, Santa Cruz, Manila. =El Consejo de los Dioses= JÚPITER sentado en el trono de oro y piedras preciosas y llevando en la mano el cetro de ciprés, tiene á sus piés al águila, cuyo plumaje de acero refleja mil diversos colores: los rayos, sus terribles armas yacen en el suelo. A su derecha está su esposa, la celosa JUNO, con refulgente diadema, y el vanidoso pavo real.

No pocos de los libros que publican en ediciones elegantes, que jamás ó rara vez tuvieron en España los autores que todo el mundo debiera leer sin aburrirse, son libros que valen por su rareza, y no valen nada en cuanto dejan de ser raros; libros que suele no ver sino por el forro el curioso ó vanidoso que los compra, pudiendo afirmarse que de los trescientos ó cuatrocientos ejemplares de que consta la tirada, las dos terceras partes quedan con las hojas unidas sin que llegue á separarlas la plegadera.

Don José no lo conjeturaba todavía: su curiosidad estaba despistada por el empeño de saber cuál había sido el objeto del viaje. Tirso es carlista decía hablando con Pepe ya no lo oculta: pero, ¿a qué diablos habrá venido? Se me figura que a pretender: querrá ser canónigo, y como parece vanidoso, no nos dirá nada por si no logra su objeto. Lo que más me duele es que está trastornando a tu madre.

Las de la Parroquia, graves, solemnes, como un arcediano cuando entona el prefacio en la misa de Corpus; las de San Francisco seriotas, sonando en ritmo circular, rotundo el toque, como en los domingos de cuerda; las de San Juan desafinadas y chillonas; el campanario de la iglesita de San Antonio armaba una algazara sin igual, como en una orquesta platillos y chinesco; en la espadaña del convento de Santa Teresa se volvían locas las campanillas, y el esquilón rajado del Cristo resonaba presumido y vanidoso, a semejanza de un tenor cascado que no quiere retirarse del teatro.

»¿Qué había en que pudiera hacerme amable a sus ojos? ¿Un corazón noble? ¿Una inteligencia elevada? ¿En qué obra mía se advierte la nobleza de mi corazón? ¿Dónde se hace patente la elevación de mi inteligencia? Me atribuyo sin motivo estas prendas superiores. Soy un necio vanidoso. »¿Qué hombre hay, por incapaz que sea, que no halle razones para estar contento de mismo?