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, que soy por lo visto un buscavidas insistió el joven con más violencia y que si me caso contigo no lo hago tanto por amor como por tu dote... Hace un momento tu mismo hermano me decía que debo estar satisfecho porque no vienes a con las manos vacías... ¿Qué quiere decir eso? O no quiere decir nada o es una grosería...

»No hablo de la salud de vuestra hija Marta, que, a juzgar por vuestras cartas, debe ser una persona débil y enfermiza, incapaz por consiguiente de llevar con vigor el peso de una labor tan grande y de hacer la felicidad de Roberto; tan sólo el pensamiento de verla entrar en casa de mi hijo con las manos vacías basta para convencerme de que sería desgraciada y no podría menos que hacerlo desgraciado a él mismo.

Las piernas grises con sus polainas habían quedado en el suelo, inánimes, como fundas vacías, expeliendo al deshincharse su rojo contenido. El tronco, en la violenta ascensión, se desfondaba como un cántaro, soltando su contenido de vísceras. Más allá, unos artilleros que estaban derechos aparecían súbitamente tendidos é inmóviles, embadurnados de púrpura.

Culpa del vino, de nuestras exageradas libaciones á los dioses, que hoy han sido sin agua... ¡Mire usted! Y señaló con una gravedad cómica las dos botellas vacías que ocupaban el centro de la mesa. Había cerrado la noche. En el cielo obscuro parpadeaban los infinitos ojos de la luz sideral. La taza inmensa del golfo reflejaba sus destellos como helados fuegos fatuos.

La puerta cedió sin resistencia y entramos en la habitación donde habíamos cenado la noche anterior, en la que se veían aún los restos de la cena y numerosas botellas vacías. ¡Adelante! exclamó Sarto, que por primera vez parecía próximo a perder su maravillosa serenidad. Nos precipitamos por el corredor en dirección a la entrada del sótano. La puerta de la carbonera estaba abierta de par en par.

Pues aquella tarde, después de mucho tiempo de entrar allí con las manos vacías, puso en las de Fortunata una esquelita. Al fin, ¡oh, dicha increíble!... Cuando pudo, leyó la feliz mujer el papelito, en el cual se le citaba a tal hora y a tal sitio para el día siguiente.

Había que resignarse y no hacer un desaire a los señores de la casa. Y a los pocos minutos ya estaban amigablemente en torno de la mesa, con el mantel cubierto de migajas de bizcocho, las jícaras de chocolate vacías y clavando barquillos en las entrañas de los sorbetes.

Cuando los soldados del fisco llegaban á sospechar que los fardos habían ido á refugiarse en el cementerio, sólo encontraban unas fosas vacías y en el fondo de ellas unos cuantos cigarros entre calaveras que asomaban empotradas en la tierra.

Miraban con cierto desprecio a las otras mesas, en las que no había un hombre de tanta originalidad. Las conversaciones terminaron. Kotelnikov estaba orgullosísimo de su papel. Ya no encendía él sus cigarrillos, sino que esperaba a que el criado se los encendiese. Cuando las botellas de cerveza estuvieron vacías, se pidieron otras seis.

Arriba, en las habitaciones, un lujo ultramoderno, frío y glacial á la vista, con paredes blancas y vidrieras de pequeños rectángulos, exasperaba á Desnoyers, que sentía entusiasmo por las tallas complicadas y los muebles ricos de su juventud. El mismo dirigió el arreglo de las numerosas piezas, que parecían siempre vacías.