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Aun concediendo que las cabezas se dividan en vacías y en llenas, y que la ausencia del talento y del juicio se refiera a la primera clase, espero que por mi artículo se convencerá cualquiera de que para pocas cosas se necesita más talento y buen juicio que para ser calavera.

Tras larga rebusca las encontró. Faltaban candeleros; pero el empleado, hombre de recursos, trajo un par de botellas vacías, e introduciendo en su cuello las velas, las encendió, colocándolas junto a las otras luces. Carmen se había arrodillado, y los dos hombres aprovecharon su inmovilidad para correr a la plaza, ansiosos de presenciar los primeros lances de la corrida.

Minutos más tarde, se notó su desaparición. El doctor fue al vestíbulo y buscó, entre los abrigos de los convidados, el de Roberto: todavía estaba allí. Con la familiaridad de un viejo pariente, se puso en busca suya en las habitaciones de atrás, vacías y silenciosas, pues los criados estaban ocupados en servir.

El aire se caldeaba con olores acres, punzantes, bestialmente embriagadores. Los perfumes del explosivo llegaban hasta el cerebro por la boca, por las orejas, por los ojos. Experimentaron el mismo enardecimiento de los directores de las piezas, que gritaban y braceaban en medio del trueno. Las cápsulas vacías iban formando una capa espesa detrás de los cañones. ¡Fuego!... ¡siempre fuego!

Quizás puedas... Lo que tienes que pagar tal vez pueda aplazarse por unos días, mientras que lo mío...». Qué más quisiera yo dijo la otra con afectada conmiseración . Bastante siento que se vaya usted con las manos vacías... El sentido altamente protector de esta frase humilló a Rosalía más de lo que estaba.

Por eso dos honrados compañeros, dos apreciadores de aquella hermosa localidad, habían echado raíces ante una de aquellas mesas tan lustrosas y tan limpias; hablaban de esto y de lo de más allá, y la conversación debía ser ya larga, porque buen número de botellas vacías formaban un imponente y diáfano reducto alrededor de los interlocutores.

Cogió el sombrero, arrancó el velo, y tiró todo sobre el sofá, malhumurada. Ella no se quejaba del calor, sino del tufo a tabaco, a vino, a demonios, que había dejado el tío Agapo. ¡Y luego el plantón de la tienda! Dos horas de revolver, de hablar, de levantarse, de volverse a sentar, para salir con las manos vacías.

Niéguese todo, incluso el principio de contradiccion, la conciencia subsiste. Pero negado el principio de contradiccion, queda destruida toda proposicion; toda combinacion es absurda; el análisis, la relacion del predicado con el sujeto, son palabras vacías de sentido. Admitido el principio «yo pienso», ¿puede ser conducido á la verdad al menos indirectamente, quien niegue los demás?

Indiscutible es para que no se filosofa bien sin previo conocimiento empírico de aquello sobre que se filosofa, y que cuando no filosofamos sobre algo, la filosofía tiene que ser vana y mero juego de palabras vacías de sentido.

Si eran buenas, mi amigo argumentaba con sofismas que sus compañeros no acertaban nunca a distinguir; si eran vacías y fuera de propósito, Porras recurría a la sátira para quemar a los buenos señores. Los cuentecillos venían al fin.