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Actualizado: 8 de noviembre de 2025


La primavera ha cubierto de verde follaje la desnuda vegetación invernal. Se oyen entre la enramada píos de amor. Todo es vitalidad, alegría, florescencia. La muchedumbre urbana invade el hipódromo, a presenciar la gran carrera del año. La tribuna popular forma una masa compacta, densa, apretada, inmóvil casi por falta de espacio para moverse, rebullendo sobre misma.

Aún hoy, después que he visto pasar por la tribuna tantos y tan admirables hombres, me parece que los de aquel día fueron los más elocuentes, los más sublimes, los más severos, los más superiores entre todos los que han fatigado con sus palabras la atención de la madre España. ¡Qué claridad la de aquel día! ¡Qué oscuridades después, dentro y fuera de aquel mismo recinto, unas veces teatro, otras iglesia, otras sala, pues la soberanía de la nación tardó mucho en tener casa propia!

El gran-ducado de Báden, como he dicho, es uno de los mas liberales de la Confederacion alemana, y por consecuencia natural, uno de los mas ilustrados, industriosos y estimables. La prensa, sobre todo, y la tribuna pública, tienen garantías sólidas.

Ya se habían congregado los diez combatientes frente á la tribuna del príncipe para recibir dos de ellos el galardón merecido, cuando el agudo toque de un clarín llamó la atención de los presentes hacia un extremo del palenque, ganosos todos de ver al inesperado caballero que así anunciaba su llegada.

Llamado al orden Marimón, contestó, dando una palmada sobre la tribuna: Nada de gritos, ilustrísimo señor, que respetos guardan respetos, y si su señoría vuelve a gritarme, yo tengo pulmón más fuerte y le sacaré ventaja . En uno de los volúmenes de Papeles varios de la Biblioteca de Lima se encuentran un opúsculo del padre agonizante Durán, una carta del obispo fray Pedro Ángel de Espiñeyra, el decreto de Amat y una réplica de Marimón, así como el sermón que pronunció éste en las exequias del padre Pachi, muerto en olor de santidad.

Pero no ves, mujer... ¡qué poca vergüenza! exclamaba Ana señalando al grupo, del cual no se separaban las pupilas de Amparo . Después del... del aviso, ¿no sabes? añadió hablándole al oído. La Tribuna no contestó.

Lisonjeó mucho a la Tribuna el ver que se habían con ella lo mismo que con las señoritas, y auguró bien del rendido galán. Mas tan luego como la noche cauta señoreó absolutamente el escenario, Baltasar creyó poder apoderarse a hurto de una mano morena, hoyosa y suave al tacto como la seda. Amparo pegó un respingo. Estese usted quieto.... Y va de dos veces que se lo digo, caramba.

A esto se había alborotado todo el templo, gritaban las mujeres, se revolvían los hombres, suspendiéronse las vísperas, y en confuso tropel salieron los canónigos del coro, llegando á oportuno tiempo, pues por la fuerza se apoderaron de D. Alonso Alvarez Córdoba, que hubiera allí mismo perecido si no lo encierran en la tribuna del órgano.

Bien quisiera la Tribuna salir, librarse de la sensación lancinante que le producía tal vista; pero la gente que la rodeaba por todas partes, como las sardinas a las sardinas en la banasta, no le consentía moverse mientras el telón no se bajase.

Entretanto, abajo se desenvuelven escenas de un cómico acabado; el intransigente Raspail da de tiempo en tiempo un grito y Gambetta lo invita a acercarse a la tribuna a fin de poder ser oído en sus interrupciones sin sacrificio de su garganta.

Palabra del Dia

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