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Actualizado: 28 de julio de 2025


Yo no cómo Dios ha podido privar a un ser humano de admirar una res gorda, un árbol cuajado de peras, un prado verde, y de ver apilados los frutos de la tierra y de repartir su jornal a los trabajadores y de leer en el cielo el tiempo que ha de venir. Para él no existe más vida que una cavilación febril.

Este que le tenía mucho respeto desde el día en que le vió hacer operaciones quirúrgicas con la misma tranquilidad como si se tratase de gallinas, le esperaba para darle noticias. Dos de los trabajadores estaban presos, uno iba á ser deportado... se habían muerto varios karabaws. ¡Lo de siempre, cosas viejas! replicaba mal humorado Basilio; ¡siempre me recibís con las mismas quejas!

Una gran casa, señorita, sea dicho sin ofender á la suya. La plata corre como agua de acequia. Además, la patrona, una gringa bien, nació, según dicen, marquesa allá en su tierra. El italiano, que es un demonio para roerles la plata á los trabajadores, en cuanto se trata de esta señorona parece medio zonzo, y se cuida de que no la falte nada. Anoche hubo reunión con música.

Los trabajadores se marcharon alegres, algunos a sus casas, los más a la taberna; el bolsillo verde quedó vacío, y el cura asomado a la ventana pasó un rato contemplando aquellas piedras; que según las miraba debían de tener para él oculto y misterioso encanto. Durante la semana siguiente, el trabajo cundió tanto que casi quedó limpio el solar.

»Fiamma, admirada, llevó la felicidad a su familia, y después, gracias a la generosidad de Carlos, se había casado con Bautista, su prometido, cuya fortuna había hecho y que era entonces uno de los hortelanos de Sorrento más diestros y trabajadores.

Habían ya llegado al cortijo casi todas las bandas de trabajadores y en la puerta de la gañanía sacudíanse mantas y refajos, derramando a chorros el agua sucia, cuando Rafael se fijó en un pequeño grupo rezagado que se aproximaba lentamente bajo la cortina oblicua de la lluvia. Eran dos hombres y un borriquillo cargado con un serón, bajo el cual apenas si asomaban las orejas y la cola.

Desde hace unas horas continuó Torrebianca parece que veo las cosas con otros ojos. ¡Ay, las miradas crueles de esas pobres gentes cuando abrí ayer mi ventana!... Y hoy, durante el entierro, ¡qué tormento!... Yo que nunca temí á nadie, no he podido afrontar los ojos hostiles ó burlones de muchos trabajadores... El pobre Moreno me llevó aparte varias veces ó hablaba alto para que yo no pudiese oir los comentarios que sonaban á mis espaldas.

Los trabajadores que tenían más confianza con él, sonreían al sorprender las miradas involuntarias con que acariciaba este adorno de la solapa, mientras pasaba revista á los talleres. ¿Cuándo es la boda, don Fernando? le preguntaban. Y él contestaba con una sonrisa de enamorado, contento de la vida, como si desease comunicar algo de su felicidad á cuantos le rodeaban.

Resultaban malos trabajadores porque trabajaban para otros; porque tenían la obligación de defender su vida miserable unos cuantos años más, huyendo el cuerpo a la faena, prolongando los ratos de descanso concedidos para fumar un cigarro, llegando al tajo lo más tarde posible y retirándose cuanto antes. ¡Para lo que les daban!... Pero que tuviesen su parte de tierra, y la cuidarían, peinándola y acicalándola a todas horas como una hija, y antes de que clarease el día estarían ya en ella con la herramienta en la mano.

Mientras disputaban los ricos entre ellos o se indignaban examinando las pretensiones de los trabajadores, éstos seguían en su actitud de protesta. La huelga había comenzado parcialmente, con una falta de cohesión que demostraba la espontaneidad de la resistencia.

Palabra del Dia

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