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Actualizado: 28 de julio de 2025


Entonces volvían todos los ojos hacia el rincón obscuro, donde el pobre compañero estaba en el trance de la muerte, lejos de los suyos y sin ayuda, y, acongojados los pechos, oíanse grandes suspiros. Eso es todo cuanto inspiraba a aquellos trabajadores del mar, pacientes y dulces, el sentimiento de su propio infortunio. Nada de sublevaciones ni de huelgas. ¡Solamente un suspiro!

No volveré a molestarle: no tendrá usted que pedirme más compasión. Lo que me toque hacer, lo haré por mismo. Y, precipitadamente, salió del hotel. Cuando llegó a la calle comenzaba a anochecer. A media tarde llegaron los primeros grupos de trabajadores al inmenso llano de Caulina. Presentábanse como negras bandadas, saliendo de todos los puntos del horizonte.

¡Gente mala! continuaba diciendo irónicamente Valls . Son trabajadores, ahorran, viven en paz en el seno de sus familias, hasta son más católicos que los otros; pero son chuetas, y algo tendrán cuando les odian. Tienen... «algo», ¿se enteran ustedes? «algo».

Con hombres así no había miedo a ser robado, y la confianza entre amos y obreros era completa. El tejedor entraba de aprendiz en un taller, y sólo lo abandonaba para irse al cementerio. Todos los trabajadores de la casa me vieron nacer. Eran como de la familia.... ¡Oh, qué tiempos aquéllos...!

Por otra parte, la vida de combates sin tregua contra toda clase de peligros y quizá también el aire puro y saludable que respiran los convierten en hombres atrevidos y desdeñosos de la muerte. Trabajadores pacíficos, á nadie atacan, pero saben defenderse. La montaña protectora les da medios para precaverse contra la invasión.

El proceso había marchado de prisa: el castigo era urgente para que las personas de bien se tranquilizasen. La entrada de los trabajadores rebeldes se abultaba al transcurrir el tiempo, como una revolución llena de horrores. El miedo hacía enmudecer.

¡Pa ti!... ¡pa ti!... Los viejos prorrumpían en amenazas sordas. ¡Mala puñalá te den, beato roío! ¡Anda a que te... zurzan, ladrón!... Y Dupont, desde lo alto, abarcaba en una mirada lacrimosa sus campos, sus centenares de trabajadores que se detenían en el camino sin duda para saludarle, y participaba su emoción a los allegados. ¡Un gran día, amigos míos! ¡Un espectáculo conmovedor!

El sábado, al cobrar la semana los trabajadores de la bodega, el encargado les entregaba la papeleta a todos: una invitación para que al día siguiente asistiesen a la misa que costeaba la familia de Dupont en la iglesia de San Ignacio. Si la fiesta era con comunión general, el convite aun resultaba más ineludible.

Sevilla no es solo un centro comercial y agrícola de primer órden en España: es tambien una ciudad fabricante en vasta escala, aunque poco manufacturera. Lo que hay allí es la pequeña fabricacion y el artefacto, cuyos productos son muy considerables por razon de la masa de trabajadores y la multiplicacion de los talleres.

Es tan dilatada la tierra habitada por los Cários, que tiene 300 leguas de ancho y largo. Los indios son pequeños y gordos, y mas trabajadores que los demas. Traen un agugerillo en los labios, y en él un cristal leonado, que llaman en su idioma tembetá, de dos palmos de largo, y del grueso de un cañon de ganzo: andan desnudos como las indias.

Palabra del Dia

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