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Actualizado: 7 de junio de 2025
Juana, que era tan industriosa, solía hacer helado en una pequeña cantimplora que tenía; pero con más frecuencia se entretenía comiendo ora piñones, ora almendras y garbanzos tostados, ora flores de maíz, que Juanita tenía la habilidad de hacer saltar muy bien en la sartén, y ora altramuces y, a veces, hasta palmitos cuando los arrieros los traían de la provincia de Málaga, porque en la de Córdoba no se crían.
Eran hombres que se habían echado el alma á las espaldas, de rostros tostados por el sol y grandes y espesas barbas; sus pantalones, cortos y anchos, estaban sostenidos por un cinturón, que á veces cerraban placas ó hebillas de oro, y del cual pendía siempre un gran cuchillo, y en algunos casos un sable.
Y todos, con resignación oriental, sentáronse en el ribazo, y allí aguardaron el amanecer, con la espalda transida de frío, tostados de frente por el brasero que teñía sus rostros con reflejos de sangre, siguiendo con la pasividad del fatalismo el curso del fuego, que iba devorando todos sus esfuerzos y los convertía en pavesas tan deleznables y tenues como sus antiguas ilusiones de paz y trabajo.
¿Conque el tío está arriba? En los porches lo encontrarás, Juanito.... Sube, que yo voy a la cocina. Creo que se quema el potaje. Y el muchacho siguió subiendo la escalera, que ya no era de azulejos vistosos, sino de tostados baldosines. Aquellos peldaños habían sido cincuenta años antes el camino de una gran industria.
¡Qué días horribles aquellos en que, arrimados a la orilla, con el sol tropical cayendo a plomo, sin el más leve movimiento del aire y bajo una temperatura que a la sombra alcanzaba a 38 y 39 grados centigrados, vagábamos desesperados, sin un sitio donde ampararnos, tostados por la irradiación de la caldera, transpirando a raudales, con el rostro candescente, los ojos saltados, la sangre agitada... y sin más recurso que un vaso de agua tibia con panela o brandy!
Los recuerdos de la niñez seguían despertándose en él a la vista de la vieja escalera con su pasamano de caoba, rematado por un leoncito borroso y gastado, y de sus peldaños de azulejos del siglo anterior, en los cuales veíanse navios sobre un mar morado, con banderas más grandes que el casco, embozados de gruesas pantorrillas blancas con sombrero de picos y huertanas con cestos de frutas, todo en colores tostados y chillones.
Fija bien en ella tu vista, cruel anciano. ¿Qué descubres entre las copas de la arboleda? ¡Oh intenso y bárbaro placer! Son los cadáveres de Emila y Jeremías, tostados y desecados por el sol de otoño, con sus cortadas cabezas clavadas en los troncos ó hincadas en las puntas de las ramas.
Las barrancas de las dos orillas, cortadas y desnudas; la vegetacion mediana y sin elegancia; el sol ardiente que sufoca y devora; la regularidad del trayecto; las plagas infinitas de insectos voladores que hacen salir la sangre envenenada por cada picadura, y la increible multitud de enormes iguanas y lagartos que se arrastran por entre los tostados matorrales de las orillas, todo eso contribuye á entristecer al viajero durante las tres primeras horas de navegacion.
Los únicos que mantenían la algazara de la fiesta eran los que, tostados y sudorosos, salían por las puertas del sol golpeándose amigablemente con las arrugadas botas y las vacías calabazas, dando a entender a gritos que el contenido de aquéllas se hallaba en lugar seguro y servía para algo.
El objeto era salir; la calidad de los baños importaba poco. Estas expediciones fueron aficionando á los santanderinos al veraneo; y este año dos familias, y el siguiente cuatro, y el siguiente ocho, y así sucesivamente, fuimos á parar á que los que pasaban julio y agosto en la ciudad, tenían vergüeza de confesarlo en septiembre á los que volvían tostados por el sol de nuestra campiña.
Palabra del Dia
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