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Actualizado: 15 de junio de 2025
El capitán prosiguió su camino con cara de risa murmurando: ¡Vaya unos baquetazos lindos que te has ganado esta noche! ¡Vuelve por otros, tunante! El capellán lo siguió con torvo semblante y rechinando los dientes decía: ¡Maldita sea tu estampa! ¡Algún día me las pagarás, viejo estúpido!
Acercaos á ver á esa supuesta fiera en su caverna: no solo no hallareis en el semblante de Abde-r-rahman el ceño torvo y la pupila sangrienta, sino que su persona, su gesto, sus ademanes, sus palabras, su vivir y todo lo suyo, os cautivarán el corazon.
Por eso no me acerqué yo, al cabo de los tres cuartos de hora bien corridos que pasé en casa del Topero luchando con la duda. Así llegó el crepúsculo, torvo, silencioso, amenazante, como ladrón asesino que aguarda las tinieblas de la noche para consumar el crimen forjado en su cerebro.
Todo esto lo oía Navarro sin decir nada, cejijunto y torvo, hasta que al fin rompió la palabra: Basta ya de charla, Sr. Zorraquín. Si eso ha de escribirse que se escriba; pero conste que no es por mandato mío, pues no tengo vanidad en ello.
Diéronselos como medicina santa, y tomarlos y empezar a sentir las arcadas del cólera, fue todo una misma cosa. Esto era demasiado espantoso para que el digno concurso pudiera hacer comentarios. El silencio torvo con que lo oyó probaba su escasez de ideas ante aquel hecho y el alarmante recogimiento de sus pasiones, que se concentraron para brotar en seguida con más fuerza.
Y además del sacrificio del bienestar, la oración a todas horas, la visita diaria al templo, la vida de cofradía, las disciplinas en la bóveda de la parroquia, la voz del hermano del Pecado Mortal interrumpiendo el sueño para recordar la cercanía de la muerte; y unidas a esta existencia de continua inquietud, la incertidumbre de la salvación, la amenaza de caer en el infierno por la más leve falta, sin aplacar nunca por completo al Dios torvo y vengativo.
El antiguo cabecilla le escuchaba con visible impaciencia y, frunciendo el torvo entrecejo, solía contestarle ásperamente: Anda adelante y no te detengas en pataratadas. ¡Pataratadas! El cura de Peñascosa calificaba así los extravíos de una conciencia, los dolores del remordimiento.
Acercósele Luján por detrás, y poniéndole una mano sobre el hombro, díjole con voz extraña: ¡Tapón... ven acá!... Levantó este los ojos, y a la vista de aquel pálido rostro y aquel torvo ceño, inmutóse mucho; soltó al punto la caña, tercióse al hombro en silencio la chaqueta y levantóse dócilmente: Anda delante dijo Paco.
Al ir a avanzar, saltó de entre dos naranjos un bulto negro, cayendo junto a él con sordo rugido. Era el perro de la alquería, un animal feo y torvo que mordía antes de ladrar.
Y su aspecto era tan torvo y sombrío, que Peñálvez no se atrevía a hablarle... Al rato volvió Pepa, jadeante, arrastrando el cadáver. Arrojolo sumisa a los pies del Chucro, dicióndole en un tono de ternura ilimitada: Aquí está. El Chucro le repuso: Dejalo ahí. Se levantó, sacó el facón y se dirigió a Peñálvez.
Palabra del Dia
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