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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Cuando vive y alienta con ella, el diablo no le da el menor alivio para los tormentos que produce; pero también el alma se sustrae por completo a todo influjo del diablo, y se ríe de todos los pactos.
Bastan éstos, sin embargo, para formar una acción dramática de mucho movimiento; pero el mérito principal de esta obra de Calderón consiste en su belleza moral, y en la pureza de sentimientos que en ella predominan; en la pintura incomparable de la tierna inocencia de la heroína, y en los nobles y elevados sentimientos de su amante, que no sólo salen ilesos, sino que brillan con resplandor más vivo, á pesar de los tormentos y de las contrariedades que experimentan en su vida.
Ya es tiempo de manifestar la dignidad del hombre. Ya no es necesario que tiemble a la orilla del abismo en donde su imaginacion se condena a si misma a sus propios tormentos, y en donde las llamas del infierno parece que impiden el acercarse.
Aquí me tienes, virgen de sublimes amores. Ante el ara sombría de tus hondos dolores, donde fulgura el cirio de la Fatalidad, permite que lamente tus penas y tormentos, yo que, cual tú, he sentido también mis sufrimientos, sin ver siquiera un prado de la Felicidad.
Pensó en el cilicio, lo deseó con fuego en la carne, que quería beber el dolor desconocido, pero el Magistral había prohibido tales tormentos sabrosos. El primer objeto a que Ana quiso aplicar su caridad ardiente, fue la conversión de su marido. Santa Teresa había trabajado por la piedad de su padre, que ya era cristiano de los buenos, pero habíale ella querido más piadoso todavía.
Sólo te pido, ahogando mis lamentos, por la misma crueldad con que condenas un débil sér á bárbaros tormentos, que en mí arrojes dolor á manos llenas, porque nunca me falten pensamientos para cantar tus obras y mis penas. Hija, ¿qué te diria que fuera de mi amor vivo traslado?... Dos palabras no más; oye: ¡hija mía! ¿Es poco?... Al escribirlas he llorado.
Era posible que la autoridad, aprovechando las largas excursiones de Salvatierra por el campo, lo sometiese a mortales tormentos o lo suprimiera de una paliza en despoblado, como lo había hecho con otros más humildes. Pero don Fernando contestaba a estos consejos con tenaces negativas.
JARIFA. Ya estaba de ti quejosa, Y más del temor del día; Que como la noche fuera De un siglo, un siglo esperara, Sin que esperar me cansara, Si esperara que te viera. ABIND. ¡Ay, brazos hermosos míos! ¡Ay, puerto de mis tormentos!
No puedo decirte más que una cosa: Marta es una criatura delicada, tierna e impresionable; jamás podría resistir al torrente de penas y de tormentos que caería sobre ella: se doblaría como una frágil caña al primer soplo de la tormenta. ¿De qué me serviría tener que llevarla al cementerio pocos años después de nuestro matrimonio?
Yo sería muy feliz si me probaras lo segundo, porque uno de mis mayores tormentos consiste en suponer tan profundamente corrompido el corazón que hace años sólo existía para amarme...» Con esto y la firma de Amaranta terminaba la epístola, cuya lectura, absorbiendo mi atención, me distraía de la batalla.
Palabra del Dia
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