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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Corrían rumores de tormentos horribles que se hacían sufrir a los presos para que cantasen la verdad, y pensaba en tan delicado, tan poquita cosa, creyendo que cualquier mañana te encontrarían muerto en el calabozo.

Llevaba exterminadas muchas fieras, especialmente tigres, y á él nunca le ocurría un contratiempo que fuese irremediable. Le herían frecuentemente, le sometían á tormentos atroces; pero sanaba, al fin, con una rapidez portentosa. Y en casi todas las representaciones, ¡su mirada, aquella mirada de héroe niño, que hacía sentir á Mina el pinchazo de un alfiler olvidado!...

Ora por todos cuantos murieron sin ventura, Por cuantos padecieron tormentos sin igual, Por nuestras pobres madres que gimen su amargura; Por huérfanos y viudas, por presos en tortura Y ora por que veas tu redencion final.

¡Ah, amigos míos! exclamó frotándose las manos de esperanza, mi fortuna pertenece al hombre que me cure. Por grandes que sean los tormentos que me esperen, los sufriré gustoso si me garantizan el éxito. ¡Ni el dolor ni los gastos me harán retroceder!

¿Y qué diremos si á tan imponente testimonio se reunen las profecías cumplidas, la santidad de una vida sin tacha, la elevacion de su doctrina, la pureza de la moral, y por fin el heroico sacrificio de morir entre tormentos y afrentas, sosteniendo y publicando la misma enseñanza, con la serenidad en la frente, la dulzura en los labios, articulando entre los últimos suspiros amor y perdon?

Hubiesen querido, aun a costa de su vida, devolverle la salud. Luna, arrastrado por el entusiasmo, había acabado por relatarles su vida y sus sufrimientos. El prestigio del martirio vino a hacer más ardoroso el fervor de aquella gente. Su apocamiento de hombres sedentarios, tranquilos y seguros dentro de la catedral, admiraba las aventuras y los tormentos de aquel luchador.

Y como fin de tantas privaciones, de una abstinencia triste y dolorosa... la muerte inevitable. ¿Para qué habrá nacido el pobre ser...? A veces las grandezas de la tierra equivalen a una maldición. La razón de Estado es el más cruel de los tormentos para un enfermo: le obliga a sonreír, a fingir una salud que no tiene.

¿Qué había hecho yo para merecer semejante ultraje? ¡Ah! ¡si ella supiese lo que cuesta verse abandonado, buscar lo que se amaba y no volverlo a encontrar! ¡Cuán agradecido le estaría si con una puñalada por detrás ese cobarde asesinato no tendría nada de temerario para la mano de una mujer se hubiera dignado evitarme los tormentos que me devoran!

Acude entonces la madre de Isabel para averiguar la causa de este alboroto; se queja en un chistoso monólogo de los tormentos, que le hacen sufrir los jóvenes enamorados, búrlase de la frivolidad de su hija, que encuentra placer en tales serenatas, y apura sus improperios y sarcasmos contra el cantor, que se disculpa y recomienda, á su conclusión, recitando una estrofa patética.

La incomodidad, el disgusto el cruel sufrimiento han cesado con la fiebre que enloquecía mi cerebro, con la fiebre llamada «vivir» que consumía mi cerebro. Y de todos los tormentos, aquel que más tortura ha cesado: el terrible tormento de la sed por la corriente oscura de una pasión maldita. He bebido de un agua que apaga toda sed.

Palabra del Dia

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